El hombre, aquel que el pequeño Juan llamaba papá; el mismo con el que se acostaba cada noche Susana, su esposa; el tipo del traje gris marengo y mirada cansada para el resto de los ocupantes del autobús cogió el teléfono.
—¿Quién es?
—Lo sabes de sobra.
No contestó. Guardó el móvil en el bolsillo delantero de su traje y apoyó la cabeza en el cristal de la ventanilla. Sus ojos repararon en una adolescente que viajaba de pie en el interior. Apretaba contra su pecho una carpeta que tenía impreso un escudo universitario. Los pantalones cortos apenas alcanzaban a cubrirle el trasero. Estuvo mirándola hasta que la joven se bajó en la siguiente parada. Entonces sacó de nuevo el teléfono.
—¿Diga?
—No está bien dejar a un amigo con la palabra en la boca.
—¿Qué quieres?
—Liberarte, ¿qué si no?
—¿Liberarme? ¿De qué?
—¡Ja, ja, ja! Acabas de ver a ese bombón. Dime, ¿qué te has imaginado? ¿Qué has deseado? ¡¿Qué te lo impide?!
Se aflojó el nudo de la corbata y se revolvió sobre el asiento. Observó a un gordo dormitando en el asiento de atrás; en el otro lado a un matrimonio aburrido; y, en los asientos del fondo, a un quinteto de jóvenes enfrascados con sus móviles.
—¿Estás en el autobús?
—No me hace falta. Te conozco demasiado bien para saber lo que haces en cada momento.
—Voy a colgar.
—¿Un día duro en el trabajo? Ese cabrón de tu jefe… ¡Vales más que todo eso! Te mereces otra cosa. Siempre te apasionó la pintura, ¿verdad? Pero eso no da dinero… y lo necesitas. ¿Por qué necesitas el trabajo? ¿Qué te impide comenzar de nuevo? ¿Eh, querido?
—…
—¿Callas? Déjame adivinar por qué. ¿Será por que no lo sabes? ¡No! Callas porque eres un cobarde. Pero no te preocupes, para eso estoy yo: para recordarte lo que ya sabes de sobra. Es por culpa de tu mujer y tu hijo. Y también sabes lo que hay que hacer, tanto como que no tienes el valor para hacerlo. Pero, tranquilo: Yo sí. Te voy a librar de ellos esta misma tarde… ¿Lo oyes? ¡Esta misma tarde!
—¡Estás loco! —No controló el tono de su voz. Levantó la vista y comprobó las miradas de soslayo del resto de pasajeros. Continuó en susurros—: Ni se te ocurra hacerles daño.
—Llegan a casa a las seis de la tarde, ¿verdad? Exacto, hoy es martes y el pequeño Juan tiene kárate y tu mujer, yoga.
—¿Cómo sabes eso? ¡Cómo! Llamaré a la policía.
—Para decirles… ¿qué? Tranquilo, solo quiero ayudarte. Te prometo que no les haré sufrir. Sé cómo usar un buen cuchillo.
—No... ¡No te acerques a mi casa!
—¡Ja, ja, ja! Eres adorable, querido. Ya estoy dentro.
Volvió a guardar el móvil en el bolsillo y comenzó a sudar. Faltaban tres paradas.
Y eran las seis menos cuarto.
Sentía estar sentado sobre un nido de escorpiones. Se puso en pie, como si con ello el autobús pudiera llegar antes a su parada. Marchó a la zona de salida. Se agolparon en su mente las imágenes de su boda, el nacimiento de su hijo... Sintió náuseas.
El autobús circulaba como si, en lugar de un motor, fuera una mula la que tirara de él y por más azotes que se le diera menos avanzara. Sacó el teléfono de nuevo.
—No me tienes que liberar de nada, ¿me oyes? ¡De nada!
—Te roban tu tiempo; te encadenan a tu vida gris y ¿a cambio de qué? Para Susana no eres más que uno de sus muebles, algo útil pero accesorio, para tu pequeño Juan el tipo que lo lleva al colegio y le quita la tablet. Ellos te encadenan sin darte nada. Ellos son el lastre que te impide salir a flote.
Un bache le hizo perder el equilibrio y tuvo que echar un pie atrás. Al hacerlo pisó a una anciana.
—Disculpe.
—No se preocupe, los conductores de esta línea van como locos —le comentó la señora—. ¿Se encuentra bien? Tiene mal aspecto.
Se agarró a la abrazadera. A su lado, una niña lo observaba con los ojos abiertos, su madre la cubrió con el brazo y, discretamente, se la llevó al otro lado.
Al fin, el autobús llegó a su parada. Bajó de un salto nada más abrirse las puertas. Sintió la mirada condescendiente del resto de ocupantes que lo observaban a través de las ventanillas, pero eso no contuvo su loca carrera; tampoco lo hizo el semáforo de peatones en rojo.
—Te lo suplico, ¡los quiero! —dijo mientras corría con el teléfono en la oreja.
—Claro que los quieres. Pero esa no es la cuestión.
Llegó exhausto a su piso. La mano le temblaba al acercar la llave a la cerradura.
—¡Susana! ¡Juan! —gritó al abrir.
La única respuesta fue su propio jadeo. Se dirigió a la cocina y cogió un cuchillo de carnicero. En la penumbra, cruzó el pasillo, paso a paso, mirando dentro de cada habitación.
—¿Dónde estás, cabrón? ¡Sal de una puta vez!
Entró en el dormitorio y encendió la luz. Las cortinas se mecían con la brisa que entraba por la ventana abierta.
—¡Te digo que salgas!
—Estoy aquí, querido.
Volvió hacia sí el lado de la afilada y pulida hoja del cuchillo. En ella se reflejaba su propio rostro.
—Ves, siempre a tu lado.
En ese instante, escuchó el ruido de la puerta de su casa abriéndose.
—Entra, Juan. Ya verás cuando tu padre vea la nota del colegio —Era la voz de Susana.
—Pero, mamá... —replicaba su hijo.
La cara dibujada en el cuchillo sonrió.
—Será rápido, confía en mí. Pronto iniciarás la vida por la que suspiras.
¡Uff! El suspense te atrapa, la voz, esa voz, con tan malos presagios, te enloquece, la escuchas y no está en ningún lado, la tensión aumenta con el ritmo endemoniado, y quieres llegar al final tanto como el protagonista a su casa. ¡Qué gran relato, David!
ResponderEliminarGracias, Pilar. Me alegra que te haya gustado esta historia. La verdad es que nada mejor que el protagonista sea del lado oscuro, desde ese punto de vista puedes jugar con sus razones y contradicciones. Un abrazo!
EliminarMe lo estaba imaginando... Qué terrible son esas voces que se meten en la cabeza de ciertas personas y las impelen a hacer todo lo posible para deshacerse de lo que les impide vivir en lo que creen que es la libertad. Luchan hasta que las voces les derrotan. Me ha encantado el relato. Felicidades.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias, Rosa. A veces intentamos reducir al villano a un papel muy básico, a juzgarlo solo por su acto. Pero antes de cometer una atrocidad, imagino que todos pasan por un período de contrapeso de razones, justificaciones y dudas. No imagino que el peor asesino cometa un crimen como quien se come un bocadillo. Ni qué decir, que solo conocemos cuando a quienes, tras esos momentos, se decantan por el crimen, pero ¿cuántos habrán ideado algo así pero luego se han arrepentido? Un abrazo
EliminarHola, David:
ResponderEliminarYa leo que mi amigo “Bob” hace horas extras; y que selecciona con buen gusto a sus otros incorporados. Son legión los que vagan cual almas en pena para ignorar esa voz que nos suspira un principio de vida; somos pocos los clarividentes que oímos clara su voz y vemos evidente su voluntad de ayudarnos a hacer de nuestra vida un reflejo acerado de nuestros deseos.
Todo un placer leerte, arrebatador David.
Gracias, Nino. Como decía a Rosa, a veces reducimos al criminal a un mero cliché, mata por su maldad. Básicamente puede ser así, pero hasta la maldad más absoluta pasa por un período anterior, un tormento de ideas, sensaciones y emociones de cuya balanza dependerá que el crimen se materialice o no. A mí me interesa más esto que mostrar el simple horror de alguien asesinando a su familia. Veo que en eso estamos alineados con tu amigo Bob, ja, ja, ja... Un abrazo!
EliminarHola David,
ResponderEliminarMagnífico relato! Me ha parecido que tiene un ritmo casi cinematográfico, excelente. Parte de una idea fantástica que nos pone en tensión desde el primer instante, todos somos hombres "corrientes" e imaginamos si nos pasara a nosotros. Y, por supuesto, un gran final que no nos esperábamos.
Un abrazo.
Gracias, Antonio. En efecto, ni el peor de los asesinos tiene cuernos, garras o algo que no tenga cualquier persona. Es más, ni siquiera sus motivaciones se distinguen de los pensamientos y emociones que cualquiera no haya sentido en algún momento de su vida. La diferencia es tan sutil que muchas veces nos sorprenderíamos de lo, quizá, tan cerca que cualquiera de nosotros haya estado de llegar al crimen. Personalmente, siempre me atraen las historias de ficción que nos muestran el lado oscuro y creo que son mucho más efectivas que las más políticamente correctas que se ciñen a esto es bueno y esto es malo. Un abrazo!
EliminarEstupendo relato, David.
ResponderEliminarComo dice, Antonio, tiene una voz cinematográfica tremenda y además con el añadido de la portada basada en Liam Neeson de la que tengo que felicitarte efusivamente. Entiendo que has realizado tú el dibujo y puedo percibir que supera con creces a muchos de los que se hacen en la novela gráfica actual. El relato con esas voces interiores comienza siendo algo críptico lo que acentúa el interés del lector que va atando cabos hasta ese final rotundo.
Un fuerte abrazo y felicidades por tu estupendo trabajo.
Gracias, Miguel. Pues sí, soy un artista, je, je, je... Ahora en serio. Ojalá tuviera tiempo de poder acompañar las entradas con dibujos propios enteramente originales, pero no me da. Lo que suelo hacer es buscar la foto por internet que me parezca la más apropiada y luego me la llevo al paint para dar sobre esa base mi toque personal. Luego intento que cada sección tenga su propia estética, componiendo la imagen final. Una de las cosas que me gustaría para la próxima temporada es usar dibujos míos originales, a ver si lo logro.
EliminarMe alegra que te haya gustado el relato, en mi forma de narrar intento primar las imágenes y visualizar la historia como una película en mi cabeza que luego traslado a la escritura. No soy de grandes descripciones ni disertaciones, ni me entusiasma leerlas ni desde luego escribirlas. Prefiero que sea el personaje quien muestre la historia. Un abrazo!
Esa voz interior dice unas verdades que nadie en su sano juicio escucharía. Ese monstruo interior puede llegar a dominar a quien está insatisfecho de la vida que le ha tocado vivir. Pero, por fortuna, el amor es más fuerte que esos demonios interiores y acabará ganando la batalla. Al menos eso espero, je, je.
ResponderEliminarHas llevado la trama con una intensidad que contagia. Un verdadero thriller psiológico. Me ha enganchado desde el principio.
Un abrazo.
Gracias, Josep. Mi escritor de cabecera es Jim Thompson, así que algo se me habrá pegado del maestro que supo trasladar como nadie la voz del mal a sus historias. Por supuesto, y afortunadamente, el común de las personas tiene mecanismos para no llegar tan lejos, pero lo que quizá nos asustaría es la cantidad de personas que puedan haber valorado en algún momento de su vida el crimen como opción. Y de ellas, me pregunto si finalmente pudo más el miedo al castigo que la convicción de que el crimen es un horror. Un abrazo!
EliminarDemoledora, esa voz interior que va llevando al personaje hacia un final que no presagia nada bueno... El ritmo de la historia es vertiginoso y, como ya te han comentado, tiene un aire muy cinematográfico, cargado de suspense e intriga. Un relato genial, David. Me ha encantado.
ResponderEliminarGracias, Marta. Quizá, pienso, no es una historia tan imprevisible, al menos para quienes suelan leer en el género. De hecho, no pretendía esconder tanto el final como desarrollar esa conversación interior entre el lado oscuro y el lado blanco que todos tenemos en nuestro interior. Ese quiero y no quiero previo a la decisión final. Un abrazo!
EliminarHola, David. Me mantuviste en vilo durante toda la lectura. Qué potente eso de hablar consigo mismo a través del móvil, el cual nunca suena, pero es algo tan arraigado que vemos normal. La primera lectura es absorbente y sorpresiva y la segunda una gozada tratando de reconocer esas pistitas, esas semillitas que le otorgan una redondez magnífica al relato. Y de fondo, el psicópata (cómo no) que sufre una especie de depresión o repudia a su vida, una vida común, como la de cualquiera, pero que para algunos es un lastre. Ya depende de su enajenación poner la consiguiente solución, jajajaja.
ResponderEliminarFantástico relato, David, pura maestría.
Un abrazo!
Gracias, Pepe. Precisamente, ese no sonar del teléfono creo que era la evidencia más notoria de que la situación no era la que parecía. En realidad, no sé si este tipo es un psicópata. Diría que no, dado que siente dudas, remordimientos y demasiadas emociones enfrentadas. Sí es un pobre y frustrado diablo. De esa clase de personas amargadas por su vida, pero que se justifican echando la culpa de su frustración a los demás. Y esto creo que está muy extendido en nuestra sociedad, ¿cuántas personas que pasean por la calle no pensarán que si no fuera por esto o por aquello su vida sería más feliz? Y de esas ¿cuántas habrán valorado en alguna ocasión en soltar lastre? Un abrazo!
EliminarPobre hombre; necesitaba una vida nueva. Espero que no lo atrapen. Todos merecemos una segunda oportunidad.
ResponderEliminarGracias, Cabrónidas. Je, je, je... Sin duda que todos merecemos una segunda oportunidad. Veremos si este tipo es capaz de aprovecharla, tengo mis dudas. Saludos!
EliminarHola David, madre mía, ¡qué tensión! Yo quiero segunda parte, ¿qué pasó? ¿Qué ocurrió? ¿Era otra persona o era él? Yo creo que era él, loco de atar hablando consigo mismo... Pero eso son conjeturas mías. Al final se los carga, en su defensa declara que no sabe por qué, enajenación transitoria, lo mandan a un hospital carcelario, lo llenan de pastillas y el tío seguirá hablando consigo mismo toda su vida... Eso sí, su familia ya no hablará ni con él ni con nadie... Genial relato.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Gracias, Merche. Pues la verdad es que me temo que no pasó nada bueno tras el punto final del relato, al menos para la esposa y el niño. Pues no me había planteado pensar en una continuación para comprobar si alcanzó esa vida. Aunque me temo que, una vez traspasada esa línea roja, difícil será que lo vaya a conseguir. Un abrazo!
Eliminar¡Oh, vaya!, es fuerte, te mantienes en tensión con él por desear llegar a tiempo y este que no avanza, igual que el recorrido, parece detenido. Eres muy bueno relatando, David, logras involucrarnos.
ResponderEliminarAbrazo
Gracias, Mujer de Negro. Seguro que también has sentido eso en tu vida real. Bueno, me refiero a lo de la lentitud del recorrido cuando tienes prisa y urgencia en llegar y entonces parece que el autobús pilla todos los semáforos en rojo, que en cada parada hay alguien para subirse, que las puertas se abren con lentitud, que un usuario empieza a darle palique al conductor o a entretenerlo con el cambio... Me alegra que te haya gustado. Un abrazo!
EliminarBrillante relato, David. Me ha gustado muchísimo. Intuía el final, no porque fuese predecible, sino por lo mucho que llevo leído sobre desajustes mentales. Es curioso cómo la mente intenta salirse siempre con la suya cuando tratamos de reprimir nuestros deseos más inapropiados. A veces hay que ser muy fuerte para no dejarse llevar por ella.
ResponderEliminarFelicidades por tan buena historia.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Estrella. Como dices, a poco que uno se fija en cosas como que solo hay un personaje y que el relato es corto, el final se avanza rápido al lector, otro final creo que hubiera sido un poco sacado de la chistera. Mi idea era más lo que has comentado, ese debate entre el "ángel y el demonio" del protagonista. Ese desear y repudiar, ese querer y no querer. En efecto, la conciencia nos ofrece mecanismos para luchar contra nuestros impulsos más salvajes, aunque no siempre se logra. Un abrazo!
EliminarSu peor enemigo ha tomado el mando, a partir de que el reflejo en el cuchillo, sonríe.
ResponderEliminarMe ha recordado en su trasiego físico, y en la cara del dibujo, al Liam Neeson en la peli aquella de la bomba en el avión, con su Nokia plegable que esgrimia y guardaba en el bolsillo con una velocidad asombrosa.
Ya que me dejas el final con una rendija antes de cerrarlo, diría que habría hecho mejor en apuntar s su hijo a música, en vez de a karate😜
Abrazoo
Gracias, Gabiliante. Ja, ja, ja... Pues ahora que lo dices quizá hubiera sido más apropiado apuntarlo a música. Creo que aquí me pudo el inconsciente, dado que mis dos hijos están apuntados a música desde muy niños y, por si las moscas, me salió lo del karate. Un abrazo!
EliminarBuenas, David. Lo leí la otra noche, pero no tuve ni tiempo de comentarte. Me ha encantado la atmosfera dentro del autobús. El perfecto manejo de la tensión de no saber quien podría estar hablándole por teléfono al tipo de entre todos los pasajeros. Y luego el final con la cara reflejada en la del cuchillo (esa imagen es verdaderamente potente) nos da la solución y dejas el final servido en bandeja, nunca mejor dicho, jejeje. Mención especial también para los diálogos. Un toma y daca que te ha quedado de fabula. Un fuerte abrazo, amigo mío.
ResponderEliminarPD: La ilustración es también una pasada, Titán, como te ha comentado Miguel un poco más arriba.
Gracias, Pedro. Me alegra que te haya gustado, en especial el tema de los diálogos que para mí son casi una cuestión de estado, je, je, je... Es la parte de la narrativa que más disfruto e intento utilizar, y más en relatos cortos. Aquí pretendía una conversación entre los impulsos primarios del personaje con su parte más racional y civilizada, mostrar sus dudas, ese momento previo crucial en el que debe tomar esa decisión. Al final se dejó seducir por el mal.
EliminarMe gusta dibujar y hace un mes me hice con un ordenador de mesa y un monitor grande, también con una tableta de dibujo, así que intentaré acompañar las entradas con dibujos 100% originales. En este caso, como le dije a Miguel, es un trabajo más de tuneado, dibujando por encima de la imagen. Un abrazo!
Sencillamente genial. El desdoblamiento del personaje es fantástico y has mantenido un ritmo que hace leer el texto casi con la misma ansiedad que el protagonista y corriendo también para saber el desenlace que se intuía dramático.
ResponderEliminar¡Me ha encantado!
Un abrazo, David.
Gracias, Paloma. La idea del móvil me pareció más ágil y dinámica que el monólogo interior y además permitía dudar de la identidad de esa anónima llamada. Un abrazo!
EliminarHas creado una tensión fantástica... esa mula que no avanza... los detalles de la niña y la madre, la anciana... Todo ese realismo (ambientación) nos hace sufrir con el personaje. Parece que te has apuntado al reto de las emociones con este relato...
ResponderEliminarEl final abierto nos lo dejas a nosotros... Para mí que no matará o si lo hace enloquecerá completamente, porque tiene toda la pinta de una esquizofrenia. Es muy, muy triste, por la realidad que describes. En algún sitio leí que lo que más destruye la mente de un ser humano no es la elección entre dos posibilidades, sino que ambas sean igual de malas.
Un abrazo :)
Gracias, Maite. Me alegra que te hayas fijado en esos detalles, con ellos pretendía "separar" al personaje del entorno cotidiano y a través de su mirada y gestos mostrar el momento emocional del personaje.
EliminarEs curioso, aunque el relato termina donde termina, en mi cabeza el tipo terminará el trabajo, pero la perspectiva que aportas me parece fantástica. ¿Cómo sería la vida de este tipo tras este momento si finalmente decide no matar a su familia? ¿Volvería ese deseo? ¿Se sentiría culpable por lo que ha estado a punto de hacer? Jo, no tenía pensado continuar la historia pero esta idea que me das bien merece darle alguna vuelta a ver qué sale. Mil gracias y mil abrazos!
Sería estupendo..., me alegro de inspirar al inspirador, ja, ja :)
EliminarBesotes :)
Pues lo comentado muy en serio. No sería una segunda parte sino una reestructuración del relato y el ritmo para adecuarlo a una historia mayor. A ver qué tal se me da. Un abrazo!
Eliminar¡Ay! Lo leí super rápido, queriendo llegar al final para ver en qué paraba todo. Tremenda sorpresa de final, estremece. Muy pero muy bueno David, creo que tendré pesadillas. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Ana. Me "alegra" haberte hecho pasar ese mal rato, ja, ja, ja.. Un abrazo!
Eliminar¡Hola, David! Me gusta mucho la forma en la que empieza el relato, poniendo en situación al lector y con una concisa descripción del personaje, siguiendo con la misteriosa llamada que invita a seguir leyendo por la intriga que causa. Por otra parte, el escenario del autobús está acertadísimo: la impotencia del protagonista por tener que esperar por llegar su destino, el no querer llamar la atención elevando la voz, la presencia de los otros pasajeros... acelera el pulso y nos hace comprender la inmensa inquietud del personaje. ¿Y qué decir del final? Desde luego, es de los finales que me encantan!!
ResponderEliminarUn abrazo :)
Gracias, M.A. He intentado aprovechar ese inicio para introducir a la familia del personaje que es donde este sujeto enfoca sus frustraciones que desde luego no son pocas. Los ocupantes como bien comentas es un poco el mostrar la realidad del personaje, como interferencias en esa fantasía que se monta para que el lector perciba que algo pasa más allá de los mostrado. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo!
EliminarHola David. Genial relato corto, en el que se demuestra una vez más que no siempre es necesario recurrir a tramas complejas para mantener al lector atrapado, basta con saber manejar los tiempos de la narración y la información que se da al lector en cada instante para crear una historia que merezca la pena. En ese sentido en el relato hay multitud de pequeños detalles que nos van poniendo en situación y nos van dando pistas a su debido tiempo de por donde transcurren los acontecimientos; Ya de entrada se nos presenta a un hombre trajeado de mirada cansada, que induce en el lector la idea de que tiene un trabajo rutinario que lo consume y del que desea escapar. Es curioso que siendo el teléfono un eje central del relato, en ningún momento se dice que suene a pesar de que el protagonista lo coge dos veces, pero está contado de tal forma que nosotros nos hacemos a la idea de que ha tenido que hacerlo. Enseguida el hombre se distrae contemplando a una sugerente adolescente de pantalones cortos y ajustados, lo que indica que hay en él un deseo por poseer lo que no tiene, la atracción de lo prohibido. A partir de ahí se desarrolla una conversación que va ganando en velocidad y que genera en el protagonista y el lector una sensación de apremio que contrasta con la lentitud del autobús; las miradas y reacciones de los pasajeros ya nos ponen sobre alerta de que a esas alturas el hombre refleja claramente su angustia. Y ya para el colofón final la escena en la casa, donde lo primero que hace es coger un cuchillo de carnicero a pesar de lo cual como lectores seguimos esperando la aparición de un segundo personaje, cuando empieza a ser evidente que es él mismo el psicópata, y esa ventana abierta que genera más tensión y suspense. Finalmente el reflejo del rostro en la hoja nos descoloca y nos revela la verdadera dimensión de la historia. Muy bien llevada en cuanto a estructura y sabiendo generar la tensión narrativa adecuada según avanza la trama. Un abrazo, David.
ResponderEliminarGracias, Jorge. Jo, poco puedo añadir a tu análisis. Leyéndote me he dado cuenta de que la ventana abierta es un elemento engañoso. No tenía por qué estar abierta y veo que al incluirla se me escapó un pequeño engaño al lector para insinuarle la idea de que el asesino estaba realmente en casa. En el resto, como bien ves, no he intentado añadir nada. Incluso en el timbre del teléfono que en ningún momento suena, porque no podía sonar, claro. En realidad, creo que el final era previsible, aunque también es verdad que me interesaba más ese diálogo entre el parte negra y la parte blanca del personaje.
EliminarCon el tiempo, me he visto que el tema del hombre encadenado a su rutina y obligaciones diarias, a ese ser lo que la sociedad exige que sea y no lo que él desea, es algo recurrente en mis relato. Es curioso que de estas cosas uno no se dé cuenta hasta que pasa cierto tiempo.
Un abrazo y gracias una vez más por tus minuciosos comentarios. Un abrazo!
Pues fíjate que pensé que lo de la ventana abierta, además de dar un pequeño respiro a la acción y generar una imagen en el lector de la escena, trataba precisamente de despistar con la idea de que el asesino podía haber escapado por esa ventana. No veo que sea un error, al contrario, no se dice en ningún momento que el asesino sea una persona diferente del personaje principal, ni que haya salido por la ventana, ni que él la haya abierto, pero se juega con esa ambigüedad igual que en todo el relato se ha estado jugando con la idea de que el asesino y el hombre son diferentes personas cuando en realidad son el mismo. Es un añadido más a ese juego autor-lector que se viene dando a lo largo de todo el texto. Por otro lado sobre la recurrencia de temas en literatura, a estas alturas está casi todo dicho, lo importante es dar nuestro propio toque de originalidad. Un abrazo.
EliminarGracias, Jorge. Me refería a eso precisamente a eso que es el único dato con la intención de despistar al lector dado que lo normal es que estuviera cerrada. Un abrazo!
EliminarEstupendo, David. Has sabido reflejar la esquizofrenia en un relato bien dosificado, entretenido y elegante.Los reflejos y los espejos como único elemento visual al que agarrarse al estar instalados en la mente del creemos culpable. ¿Y si no lo es?
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Doctor. No sé si esquizofrenia o una ataque psicótico o simplemente un cacao mental que se monta para justificar lo que va a hacer. El relato se queda ahí, en ese reflejo, así que queda a gusto del lector si el tipo va a dejar a su yo oscuro el control de la situación. Un abrazo!
Eliminar¡Hola, David!
ResponderEliminarQue ambiente tan fantástico has creado que dice tanto de la mente humana. Al principio no imaginaba ese final. El protagonista no está a gusto con lo que tiene en su vida, pero seguramente no estaría bien con nada. Debe ser terrible, creer en lo increíble, más aún, estando en un autobús sin poder bajar y el tiempo justo. En las escenas y potentes diálogos se siente la angustia, la impotencia, sus sensaciones… Comunicándose consigo mismo justo en esos momentos que necesita creer “al mal” para seguirle el juego.
Buenísimas descripciones de alguien enajenado que necesita sanar la mente. El final, brillante, y nos dejas la puerta abierta a la imaginación, pues así como creyó en la fantasía, al ver a su familia puede escuchar y creer en las voces del amor. Al fin y al cabo vivimos en la dualidad constantemente. Felicidades, David, y ojalá escribas la segunda parte. La ilustración también me encantó.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Mila. Me alegra que el relato te haya atrapado. Como bien comentas las frustraciones pueden llevarnos a personalizar en personas concretas la causa de nuestros infortunios. Creo que muchos crímenes tienen ahí su causa. Y no solo los crímenes, sino determinadas actitudes o formas de pensar. Si estoy frustrado por no encontrar trabajo, la culpa no es mía, es de esos emigrantes que me lo quitan; si no encuentro pareja, no es por mí, sino porque las mujeres son todas unas casquivanas, hablando fino.
EliminarPero todo parte de la frustración e incapacidad de ver satisfecho aquello que fantaseamos con que nos hiciera feliz. En este caso, cumplido su objetivo, no sería raro que al dedicarse a la pintura encontrara otros enemigos que impidan su éxito. Es ese bucle nocivo el que he intentado mostrar.
Un abrazo!
Ay, David, al ver la imagen de Liam Nielsen, creí que se trataba de alguna de sus películas, ja, ja. Este relato me recordó uno que publicaste, por lo del hombre del traje gris y su infortunio de vida, y siempre se topaba con el mismo tipo en las escaleras de su casa, no recuerdo el titulo, pero supe que se trataba de su propia voz interior al continuar leyendo y al darnos esa pista de que "te conozco demasiado bien para saber lo que haces a cada momento", pero aun así, uno duda, pues el relato causa mucha tensión, y el tipo parece buena gente, no como ese malvado que lo quiere azuzar...
ResponderEliminarEsa lucha interior te quedo muy bien reflejada a pesar del despiste inicial. espero que no haya cometido el crimen, pues en lugar de liberación habrá mas opresión y además remordimientos y dolor.
No se donde leí un caso de un adolescente que ponía la música bien alta cuando estaba en la casa porque las voces le decían que matara a sus padres...
Excelente micro David, marca de la casa. Un abrazo y por favor dedícate a la pintura, se te da bien, y deja el trabajo si es necesario, pero saca tiempo para ser feliz, no vaya a ser que te cargues sin querer a alguien que no te agrada, y sociabilizando con los señores López y Martini, umm, me da miedo su mala influencia, ja, ja,
Gracias, Idalia. Ja, ja, ja... Tranquila que pese a esas influencias tengo clara la diferencia entre lo real y la ficción. Bueno, eso quiero creer, aunque últimamente veo muchas armas por mi casa, je, je, je...
EliminarEl relato al que te refieres es Bucle, uno que tengo publicado en Lektu, en el que un tipo es perseguido por otro. Como le comentaba a Jorge, con el tiempo y con los relatos escritos me he dado cuenta de que en realidad hay una serie de temas recurrentes. Uno de ellos es el que plantea el conflicto entre lo que queremos ser y lo que la vida nos obliga a ser. Ello es una fuente inagotable de conflictos, ¿cómo pueden reaccionar los personajes ante esa situación? En este caso opta por lo tremendo, o al menos eso parece.
Un fortísimo abrazo!