¿Quién no ha comenzado el año con una lista de nuevos y buenos propósitos? Todos conocemos nuestros pecados y debilidades, aunque no queramos reconocerlo.
De tanto en tanto, esos vicios nos llevan al precipicio y solo entonces nos damos cuenta de las cosas que no debimos hacer para llegar ahí.
Algunos, incluso, se arrepienten.
Os invito a leer el siguiente relato. SOLO UNA VEZ MÁS
El nueve.
Carlos, con la mirada fija en el único cuadrado que quedaba sin tachar en su cartón, escuchó la voz áspera de un sesentón alcohólico cantando el bingo.
—¡Qué pena! —dijo la morena que había conocido en la sala de baile.
—Sí, una lástima —respondió llevándose el vaso de whisky a la boca.
La mujer le acarició la mano. El tacto era caliente.
—¿Nos vamos ya? —preguntó, lasciva, dibujándole círculos alrededor de su anillo de bodas.
Carlos se volvió hacia ella y la besó en los labios, regocijándose en el sabor del carmín.
—Voy a sacar dinero. Será un minuto.
Recorrió el camino de moqueta roja. Estaba excitado, pero disfrutaba alargando el momento en el que entrara en la habitación del hotel y comenzara a magrear a ese bombón de camino a la cama.
El cajero se encontraba en la entrada. Sacó la cartera. Observó la foto de sus tres hijos y su esposa tras el plástico al coger la tarjeta de crédito. La introdujo en la ranura y marcó la opción de sacar dinero. Tecleó quinientos euros.
Mientras esperaba, escuchó a través del hilo musical los acordes de Por una cabeza de Gardel; las notas se mezclaban, con la perfección de un margarita, con el aroma a moqueta, a humo y a perfume de mujer.
Al volver la vista sobre el cajero leyó: «Saldo no disponible». Sintió un sudor frío. Repitió la operación, pero el mensaje volvió a aparecer como un crochet de izquierda. Recordó a la pelirroja del viernes; la asiática del lunes; la partida de póker de hacía dos semanas...
Extrajo la tarjeta. «Idiota», se dijo. No podría pagar las consumiciones, ni llevarse a la morena a un hotel… Pero no era eso lo que le producía arcadas.
¿Cómo se lo explicaría a su mujer?
Escuchó el anuncio de la próxima partida. Tenía un bote de tres mil euros. Rebuscó en los bolsillos. Las monedas que encontró sumaban seis euros. Suficiente para dos cartones.
Regresó a la mesa.
—Pensé que me habías abandonado —le dijo la morena jugueteando, coqueta, con su pelo.
Carlos correspondió con una sonrisa distraída mientras indicaba a una camarera que le trajera unos cartones.
—¿No nos íbamos ya? —insistió la morena—. Parece que el bingo te pone más cachondo que yo.
Una sensual voz femenina comenzó a cantar los números que salían del bombo. Resopló. Sentía los dedos fríos al coger el bolígrafo.
Tras los primeros cinco números, su cartón permanecía inmaculado. Por supuesto que sabría cómo mentir a su mujer, su profesión de comercial le daba para eso.
Había tachado diez números cuando alguien cantó «Línea». Sus ojos se humedecieron. Sí. Su esposa se tragaría sus mentiras. O peor, haría como si se las creyera. En ambos casos, ella no se lo merecía. Miró de reojo a la morena. Estaba pintándose los labios. Sintió asco.
Siguió completando el cartón mientras pedía a una indefinida divinidad que le hiciera ganar ese bote. No por él, sino por su familia. Ellos no debían pagar las facturas de sus pecados, se repetía hasta que solo le faltó un número por tachar. Jamás volvería a pisar un casino, ni dejaría que un polvo rápido le hiciera perder la cabeza. Sería el marido y padre ideal.
Solo necesitaba un número más.
El veinticinco.
Echó la cabeza atrás. Inspiró con fuerza, paladeando cada molécula de aire que penetraba en sus pulmones.
¡Bingo!
La morena lo abrazó. Carlos sintió sus pechos firmes y sugerentes, pero los apartó con un movimiento de hombros.
Salieron tras recoger el premio. Los recibió una gélida brisa de madrugada. No había taxis en la parada. La morena sacó una cajetilla de cigarros y le ofreció uno mientras esperaban.
Carlos se apoyó contra la pared. Le pagaría el taxi y volvería a casa. Daría un beso a los niños y dormiría abrazado a su mujer. Por la mañana, les prepararía un buen desayuno.
Eso era lo que iba a hacer.
Cuando finalmente llegó un taxi, la morena lo cogió del brazo.
—¿A qué hotel vamos? —le dijo al oído.
Olió su perfume, sintió el fuego de aquella boca en su oreja.
Le abrió la puerta y ella entró. Ya sentada, pasó la mano sobre el asiento, apremiándolo para que entrara. Anunciando las caricias que le tenía reservadas.
Él permaneció en la puerta, pensando que en el Montreal la noche solo costaba doscientos euros, y había ganado tres mil. Eso se decía mientras la observaba acariciando el asiento de piel. Sus piernas, sus pechos, todo lo que se insinuaba bajo aquel vestido ceñido…
Esta sería la última vez, pensó una vez indicó al taxista la dirección del hotel.
«Solo una vez más», seguía diciéndose mientras su lengua hurgaba dentro de aquellos labios rojos.
©David Rubio
Balas y Estrellas regresará el próximo domingo con una estupenda novela de un autor al que John le Carré proclamó como la fuente de la que todos los escritores del género bebían.
Hasta entonces...
Sed muy felices y moderadamente malvados
Ese bingo humeante con su moqueta. El perdedor y la mujer fatal. Y el final donde nuestro protagonista cae directo al abismo conforman un relato de nota, David. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Pedro. Bueno, en realidad, es un dulce abismo... al menos esa noche. Un abrazo!
EliminarUn relato agonizante David, esa lucha interna entre el deseo por la carne y el dinero (esas debilidades humanas) junto a esa espina que siempre hinca por no hacer lo que se entiende por correcto (los remordimientos), y después esa falta de voluntad, esa debilidad tan difícil de vencer que domina para hundir cada día más en ese mundo de embriagadora felicidad efímera, pero como dicen muchos, felicidad al fin y al cabo, eso sirve de consuelo, ja, ja.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este relato, un retrato vivo de la sociedad que nunca deja de ser actual, siempre han existido esas tentaciones mundanas, la debilidad del más vulnerable y la astucia del más avezado, en este caso probablemente lo deje sin un centavo del premio que ganó y de paso pierda su mayor premio, la familia que tiene.
Fantástico relato para extenderlo y saber como termina la vida de Carlos.
Me dejó algo curiosa el subtítulo, ¿El nueve?
Buen comienzo de año David, un fuerte abrazo.
Gracias, Idalia. Reconozco que siento debilidad por estos personajes, precisamente por lo que comentas. Somos la suma de los claros y oscuros, contradictorios. Hasta el más desalmado llega un momento de duda, de remordimientos, de debates internos... Y eso es lo que me hace interesantes estos personajes. Intento mantener a raya la moralidad y el juicio que la acompaña en mis relatos. Prefiero mostrar y que cada lector valore según su sistema de creencias.
EliminarComo sabiamente comentas en la segunda parte, esto ha sido así, antes, hoy y siempre. Afortunadamente, añado. Siempre digo que una sociedad perfecta en la que todos sus miembros fueran un dechado de virtudes haría muy difícil escribir. Esa es la gran paradoja del ser humano: sacamos lo mejor porque conocemos lo peor, no se puede prescindir de lo uno sin lo otro.
Respecto al nueve. Quizá no debería haberlo puesto en mayúscula, ahora que lo comentas podría interpretarse como subtítulo, que no lo es. Es el inicio del relato, es la voz de la azafata informando del número que ha salido en el bombo y que nuestro protagonista no tiene en su cartón de bingo.
Un fuerte abrazo!!
Procastinar es un ejercicio muy frecuente. Una vez mñas y ya mañana se acabó :-). Este ludópata y mujeriego, tan bien descrito desde su pensamiento, creo que no cambiará, pero el texto es magnífico, con ese final enter intuído e inesperado.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, y a ver el domingo qué compartes, siempre bueno. Feliz 2024. David
Gracias, Maripau. ¿Cuántas veces nos decimos "ya no lo hago más"? En ocasiones, hasta cinco o seis veces al día. A veces ocurre que ese vicio o tentación nos extiende la factura y es cuando nos damos cuenta de cuánto daño hemos causado o sufrido por ello. Pero, pagada la misma, libres ya de las consecuencias, nuevamente volvemos a caer. Un abrazo!
Eliminar¡Ay! Esas promesas que se diluyen en cuanto el miedo pasa... Un gran relato, David, con un protagonista muy bien dibujado y una escena que muestra en apenas un chispazo sus contradicciones, su falta de voluntad y un mundo interior atormentado y vacío del que no logra escapar. La historia además tiene muchísimo ritmo y la ambientación es muy visual. Me ha encantado. Besos y feliz año nuevo.
ResponderEliminarGracias, Marta. Estos son mis personajes preferidos, aquellos que son un quiero y no puedo. Creo que son los que mejor reflejan al ser humano en todos sus claros y oscuros. Me alegra que te haya gustado, el ritmo en este caso lo puso el precioso tango de Gardel que fue el inspirador de esta historia. Un abrazo!
EliminarSolo una vez más, eso es lo que siempre dicen los adictos, ya sea al juego, al sexo o a lo que sea.
ResponderEliminarSolo hay propósito de enmienda cuando las cosas van mal dadas, pero cuando se ha salido del atolladero, todo se olvida y se cumple aquello de que la cabra siempre tira al monte.
Muy buen relato, David, mostrando la debilidad humana ante ciertas tentaciones, que no son más que placeres pasajeros, sin pensar en lo que realmente vale la pena.
Un fuerte abrazo!
Gracias, Josep. Muy bien traído ese dicho que, además, es de los que suelo mencionar. La verdad es que soy bastante permisivo con los vicios de cada uno, incluso si suponen una adicción, ¿qué vicio no lo es? Algunos están mejor considerados que otros. Por ejemplo, quien está obsesionado con su salud y vive pendiente de cualquier cosa nueva de las farmacias, parece menos truculento que quien necesita sexo a diario.
EliminarEn realidad, el único vicio malo es aquel que nos provoque más daño que bien. Lo realmente interesante es ese conflicto interior. Un abrazo!
Siempre nos dejamos arrastrar por los vicios pensando que será la última vez o que lo podemos dejar cuando queramos. Así fue mi relación con el tabaco a lo largo de muchos años hasta que lo dejé definitivamente hace once. Pero se peca muy a gusto pensando que no habrá más pecado.
ResponderEliminarDeseando saber quién es ese autor. Si John Le Carré lo recomienda seguro que merece la pena. ¿lo conoceré? ¿Lo habré leído? ¡¡Qué nervios!!
Un beso y feliz 2024.
Gracias, Rosa. Una de las cosas que más me gusta de los personajes, reales y de ficción, son sus contradicciones y los mil y un argumentos y razones que maquina su mente para justificar sus actos e intentar sortear la culpa. Es difícil cambiar un hábito o un impulso, salvo que ello nos lleve a una situación límite donde más que arrepentirnos lo que intentamos es salvar el pellejo como los niños pequeños que se excusan en un no lo haré más... hasta que pase el peligro.
EliminarSeguro que habrás leído a ese autor. Un abrazo!
Hola David. Un relato que pese a su corta extensión mantiene un ritmo trepidante en un avance constante que nos hace querer seguir leyendo. Los remordimientos de Carlos, al verse sorprendido por su falta de previsión y la adicción al disfrute, están perfectamente retratados, así como su recaída hacia el "pecado" una vez que el miedo a verse descubierto ha pasado. Me ha llamado la atención la escena en la que saca dinero del cajero y lo primero que ve es la fotografía de su mujer y sus hijos, lo que revela una pugna interna entre el hombre que le gustaría ser y el que verdaderamente es atrapado en sus adicciones, todo mostrado de manera muy gráfica. También me ha sorprendido ese "seguían diciéndose" de la frase final, en plural, que supongo es intencionado y que indicaría que los remordimientos no son solo solo por parte de él. Muy buen trabajo. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Jorge. En estos relatos me gusta mostrar la escena y que la misma transcurra conforme a su lectura, quizá eso logra ese ritmo que hace que el lector vaya "viendo" la historia como si fuera una película en tiempo real. También siento predilección por estos personajes contradictorios. Creo que eso los hace más reales que el maniqueísmo bienqueda de hoy día que parece empeñado en reducir la narrativa a meras parábolas moralistas con personajes que yo, sinceramente, no veo en el mundo real.
EliminarRespecto a tu segunda sorpresa, ¡tú que me lees con muy buenos ojos! Casi he estado tentado en comentarte que en efecto es así, pero la explicación es una mundana e incomprensible errata. No sé cómo demonios apareció esa N ahí. Te agradezco el comentario y ya está corregido. Bien podría ser como dices, pero para ello tendría que haber dado profundidad a la amante, que aquí simplemente representa ese oscuro objeto de deseo. Un abrazo!!
El año que viene seguro que lo consigue. Y si no el otro.:)
ResponderEliminarGracias, Cabrónidas. No hace falta que pase un año, ¿cuántas veces podemos proponernos cambiar un hábito en el mismo día? Saludos!
EliminarEl canalla es canalla hasta que sus huesos acaban dos metros bajo tierra -y no me refiero a viajar en el metro-. No hay remedio para el que suspira fuego y riesgo y, mucho menos, cuando el aliento caliente y perfumado es el que te pide que te condenes otra vez más. El canalla es canalla mientras tenga pulso.
ResponderEliminarFelicidades por el relato, engancha de principio a fin.
Gracias, Vicente. ¿Y qué haríamos sin estos canallas? La paradoja de nuestra especie es que en un mundo sin canallas, posiblemente tampoco existiría la literatura. Fíjate lo que perderíamos. Necesitamos lo peor para sacar lo mejor.
EliminarEn efecto, la cabra siempre tira al monte, aunque a veces, cuando el agua le llegue al cuello, se tome un tiempo para reflexionar. Te agradezco tu comentario. Saludos!!
Toda una oda a la tentación...
ResponderEliminarDescribes de maravilla a un personaje atormentado y reflejas de manera muy cruda -y muy bella- el poder de la adicción. La ciencia definiría este relato como un canto al poder de la dopamina y los dueños de la moral lo definirían como un canto a la lascivia. A mí me gusta el personaje ;)
Un fuerte abrazo, David, y buen 2024 para Balas y Estrellas.
Gracias, Miguel. Ja, ja, ja... Bueno, digamos que este blog tiene como uno de sus principios el mantener bajo celda de siete llaves esa estupidez de lo políticamente correcto y de los sensibles moralistas de las buenas costumbres. La vida y el ser humano es como es, no como esos intentan ocultar bajo la alfombra o en plan señorita Rottenmeier. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo!
EliminarPor una cabeza. Bellísimo tango de Gardel. ¡Qué bien lo has narrado, David! Me ha encantado lo bien escrito que está y la tensión con la que mantienes al lector en vilo hasta el final. Muy apropiado para los propósitos de Año Nuevo. Solo una noche más...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!
Gracias, María Pilar. Ese tango fue el inspirador del relato, así que no podía dejar de mencionarlo. Como tampoco reproducir esta parte del mismo "Cuántos desengaños, por una cabeza
EliminarYo juré mil veces no vuelvo a insistir
Pero si un mirar me hiere al pasar
Su boca de fuego
Otra vez quiero besar."
Un abrazo!
La magnetización de los abismos, los vacíos, Las Nadas.....¡¡¡puede más que la propia esposa de Roger Rabbitt o cualquier otro bellezón (aunque sea el catalizador que percute en el fulminante!!!) El lector va viéndolo venir; estaba condenado el jodío de antemano, las ocasiones del diablo son contundentes....¡¡¡ese sí que sabe apostar sobre seguro desde El Báratro!!! He leído gozando, porque ¡copoón! ¡¡¡qué oficio tienes amigo, paladeo cada frase que como lector, conducía al protagonista al desastre. Hacía tiempo que no te leía y sigue siendo un júbilo. Y además anhelo aprovechar para desearte Éxitos a punta pala y que nunca sucumbas en la vida real a algún vórtice lumpen (¡¡¡aunque su sonrisa sea extremadamente seductora y sus caderas, la subida al Tourmalet 😂😂😂!!!) en este año, aún navideño [¡¡¡¡¡¡¡que es mi época predilecta del año!!!!!!!] porque queda la víspera y el día de Reyes (¿has sido bueno? : ¡ Porque A tenor de este texto que acabo de leer está claro que S Í !!!
ResponderEliminarQue MMXXIV Te Favorezca a Ti y a Los Tuyos.
¡¡¡¡¡¡¡Decenas de Abrazos de Hecatónquiro , O h B u e n D a v i d !!!!!!!!🌏💎🍊
Gracias, Juan. Como siempre logras sacarme varias sonrisas con tus comentarios, te lo agradezco. Es que el abismo, el pecado o el mismo Satanás tiene muy poderosos placeres que ofrecer y raro es que alguien de este mundo no haya sucumbido a ellos. Luego viene el remordimiento, la culpa, la justificación, la contradicción... En definitiva, lo que nos hace ser la especie más interesante del universo conocido a día de hoy, y espero que si por ahí existe alguna otra raza, al menos coincidamos en ellos, por que si no menudo tostón nos podrían ofrecer.
EliminarTe mando un fuerte abrazo y todos esos deseos de vuelta para ti y tus seres queridos en este año que comienza a escribirse.
Hola, David, solo una vez más, efectivamente, pero no lo será... Y qué suerte tuvo el tío, jolines, con los últimos seis euros ganó tres mil, madre mía. Muy buen relato, bien narrado.
ResponderEliminar¡Felices Reyes!
Un abrazo. :)
Gracias, Merche. Ya se sabe aquello de que Dios aprieta pero no ahoga, ja, ja, ja... Como bien ves, seguro que repetirá, salvo que la vida lo lleve a otra encrucijada. Un abrazo!
EliminarHola, David!! Qué tensión y qué ambiente tan realista has conseguido crear con tu relato. No he podido dejar de leer hasta el final, con la incertidumbre de si el protagonista conseguiría liberarse o no de sus vicios. Has reflejado muy bien su lucha interna y cómo al final, se deja llevar por el círculo vicioso en el que ha caído. Me hace pensar en la inmensidad de círculos viciosos que existen y en los que las personas caemos ya sean de uno u otro tipo. Y siempre es lo mismo, solo nos conducen a la infelicidad y la autodestrucción, pero no somos capaces de salir de ahí. Muy buen relato, David. Un abrazo!!
ResponderEliminarGracias, Cristina. El abismo suele ser muy tentador y en el fondo, el ser humano, además de sobrevivir, tiene en su código la búsqueda del placer. Gestionar ambos con cosas como la moralidad o la ética es en realidad el conflicto de los conflictos, tanto en la vida como en la ficción. Si todo el mundo actuara de una manera correcta, sea lo que sea que signifique, la literatura se quedaría vacía. Un abrazo!!
EliminarFeliz año, David:
ResponderEliminarMientras leía tu relato me fue imposible no transfigurar a Carlos en el cuerpo de Pacino. Una vez concluida su lectura me es imposible no retomarla. Cada vez que la retomo me digo: “Venga, sólo una vez más”.
Gracias por compartir este relato enviciante.
Mis mejores deseos para este 2024, David.
Gracias, Nino. Pues fíjate que yo le puse la cara de Jack Lemmon. Aquella maravilla de Días de vino y rosas me impactó muchísimo cuando la vi de adolescente y quizá este relato sea alguna de la secuelas de aquella película. Me alegra que te haya "enviciado", ja, ja, ja... Un abrazo!
EliminarLa suerte es un arma de doble filo. Los dioses te conceden tus deseos cuando quieren castigarte o quieren divertirse contigo. Alguno se lo estaba pasando bomba con ese mortal.
ResponderEliminarSaludo y feliz año nuevo.
Gracias, Fernando. Sí que son caprichosos, aunque quizá con razón. Solo nos acordamos de ellos cuando el agua nos llega al cuello para que luego, una vez salimos airosos, volvamos a las andadas. Pero así somos los humanos y gracias a eso existe algo tan maravilloso como el arte de contar historias. Un abrazo!
EliminarHola David, solo una vez más es la frase preferida de los adictos al juego. Al final se gastará todo el dinero con la morena, si es que ella no le roba y llegará a casa sin un duro.Es el mal de mucha gente, la adicción al juego. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Nuria. Pienso que todos tenemos nuestros vicios, algunos confesables, otros, no. Algunos pueden gestionarse con nuestras convicciones morales o éticas, otros no. El tipo del relato se mueve entre esas dos aguas, la excitación de lo "prohibido" y el daño que para sí o su familia ello puede causar. Ambas cosas en su mente, en dura pugna, esperando el día en el que una resulte vencedora. Un abrazo!
Eliminar¡Me ha encantado, David!
ResponderEliminarUn relato del que quieres seguir leyendo... Veo el mundo de la noche, la labia del comercial, la adicción por los juegos y las mujeres. Difícil salir de ese bucle a no ser que realmente tome más en serio y otorgue el justo valor de lo que tiene en casa si lo quiere conservar. Nos vas metiendo en los juegos" con gran pericia, pensando que al final optará por lo que supuestamente la mente/corazón dicen, pero...una vez más... el ego gana la batalla. Aquí vemos a alguien que necesita diría urgentemente ponerse en manos de alguien que le ayude si quiere seguir conservando a la familia, y al dinero, ja,ja.
Que bueno!! Además, me llevaste al bingo, años... que no lo piso y qué gratos recuerdos tengo, visioné la sala, el bombo, cantar las bolas el reparto de cartones, los kilómetros a toda prisa que se andan durante la larga jornada.... a hombres y mujeres enganchada@s al juego, esas caras de no querer parar y no poder, engaños...Te salió formidable, porque tocas temas de adicciones que aún y de muchas maneras continúan estando.
Muchísimas gracias, lo disfruté con tu gran talento de escritor.
Un abrazo.!
Gracias, Mila. Ese final quizá es lo políticamente correcto, pero la vida no es políticamente correcta y, qué demonios, los humanos tampoco, al menos en la vida real, que en la virtual ya sabemos que todos somos buena gente.
EliminarLa verdad es que nunca he estado en un bingo y, te vas a reír, tomé como referencia el que aparecía en la película de Esteso y Pajares, Los bingueros.
La naturaleza humana tiene dos motores: la supervivencia y el placer. Solo cuando ambos entran en conflicto es cuando tomamos cartas en el asunto. O dicho de otro modo, vamos placenteando hasta que nos vemos con el agua al cuello y entonces nos proponemos ser inmaculados... al menos hasta que el agua comienza a descender y volvemos a las andadas. Te agradezco tus palabras. Un abrazo!
Quise decir "querer parar y no poder"
ResponderEliminarSolo una vez más, dice, pero cómo se puso cuando le vio las orejas al lobo, y lo peor es que pinta a peor. Qué buena la ambiéntacion, David, y la psicólogía de un personaje, un perdedor en toda regla que lleva al extremo sus actos sin temer las consecuencias hasta que ya las tiene encima. Ese final se queda que ni pintado, solo una vez más, y me da unque esta tan bien perfilado que todos sabemos que no va a ser así.
ResponderEliminarMuy buen relato, David, perdecto para empezar el año
Un abrazo
Gracias, Pepe. Bueno, tampoco tan perdedor... Tiene a su familia, a la morena y bastante suerte para que le salga un bingo justo cuando más lo necesitaba. En realidad, creo que todos somos así, hasta que no nos vemos con el agua al cuello no nos planteamos ningún cambio en nuestra forma de ser o de vivir. Así ha sido desde que nos expulsaron del Paraíso o desde que una deforestación obligó a nuestros ancestros a dejar la comodidad de las ramas y comenzar a caminar. Sin crisis no hay cambio, aunque sea algo crudo de reconocer. Un abrazo!!
EliminarEs que no se puede ser pobre y tener vicios caros, se sufre mucho! Je, je! "Una vez más" es una frase tan conocida ya por algunos en distintos ámbitos que ya indica que será una de muchas! Las adicciones no son buenas compañeras de viaje, nos controlan a voluntad! Mantienes la intriga y la tensión hasta el final! Por un segundo pensamos que se iba a su casa, pero no! Ja ja! Un abrazote!
ResponderEliminarGracias, Marifelita. Este era el relato que te comenté por mail para participar en el reto juevero, luego vi que la extensión era de 350 palabras y este llega casi a las 800. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo!
EliminarHas descrito perfectamente el mundo de "un adicto a". Esos propósitos de enmienda que se desvanecen rápidamente ante la vista del objeto de su adicción. Genial, David.
ResponderEliminarSin despreciar el sufrimiento de los adictos, yo también pienso en las familias que deben soportar y luchar contra esa adicción de alguien que, a pesar de todo, se quiere (o no, que yo soy la mujer de este tío...).
Un abrazo.
Gracias, Paloma. El problema quizá no radica tanto en la adicción, sino en ese conflicto de deseos, por un lado llevar una vida licenciosa como se decía antes, por el otro querer una familia. Son deseos que combinan como el agua y el aceite. Narrativamente, la manera en la que un personaje afronte esa dicotomía es uno de los temas que más me atrae. Como digo siempre, un mundo perfecto sería el fin de la ficción. Un abrazo!
EliminarCon retraso me he puesto al día con tus relatos... ¡Y vaya relatazo! Te detienes en cada instante, no te dejas ni un detalle para que podamos entrar en la mente dividida del protagonista y a la vez sentir todo lo que él está sintiendo afuera... la tentación externa y el conflicto interno (logradísimo).
ResponderEliminarCuando las circustancias son favorables la culpa se aminora, eso parece una regla. Genial esa lucha del protagonista como la volubilidad de su conducta ante el deseo, que es la de todo ser humano.
Un abrazo!
Gracias, Maite. Nada de retraso y agradecido por tus palabras. Juzgar y prejuzgar al "vicioso" creo que es algo que la sociedad practica como una especie de vacuna. Si definimos a personajes como el de este relato como gente viciosa, egoísta y degenerada nos hace separarnos de ellos, para bien, claro. Pero un ser humano es más que eso. Es un compuesto de deseos, pulsiones, remordimientos, culpas, complejos, autoconfirmación... Pensar que algo "incorrecto" define a la totalidad de una persona es de hipócritas. Un abrazo!
EliminarMuy de acuerdo. Somos mucho más que una etiqueta.
EliminarPor cierto, acabo de ver la foto del sr. Lopez... y no podía ser de otra manera! ja,ja,ja,..Felicidades, tiene vida propia.Que no me oiga... 😉