Si en algo coinciden el crimen y la escritura es en que son actividades que requieren de cierta intimidad y soledad. Pero incluso los criminales y los escritores son humanos y, por tanto, animales sociales. Como tales, en ocasiones se reúnen en bandas o, en el caso de los segundos, en clubs.
En la década de los veinte del siglo pasado la novela de detectives estaba afrontando un período de transformación. Los herederos de Poe o Wilkie Collins veían con preocupación cómo sus homónimos norteamericanos tiraban los jarrones venecianos a la calle con sus tramas violentas, sus duros detectives y, sobre todo, la sustitución del enigma detectivesco por la denuncia social como eje de la trama.
Eso merecía sin duda una respuesta a la altura por parte de los guardianes de la pureza detectivesca.
LA FUNDACIÓN DEL LONDON DETECTION CLUB
En torno al 1929, Anthony Berkeley y Dorothy L. Sayers, dos pesos pesados de la novela de detectives clásica y, por supuesto inglesa, tuvieron la idea de organizar unos encuentros con los mejores y más puros escritores del género. Cuando hablamos de pureza nos referimos a los que jugaban más limpio con la fórmula del enigma policíaco.
En realidad, la razón de fondo parece ser que fue la de animar y apoyar a la gran
Agatha Christie que en esa época atravesaba un período de depresión por sus problemas matrimoniales con Archibald Christie y que la llevaron incluso a fugarse y
desaparecer durante once días del 1926.
Esas reuniones de amigos fueron bastante animadas y eso les dio la idea de crear una asociación permanente a la que en un principio llamaron Discovery Club.
La cosa se puso seria e idearon compartir iniciativas como la de escribir el guion de unos seriales radiofónicos como
La iniciativa o
Detrás de la pantalla que se retransmitían en la BBC y posteriormente se publicaban en la revista
The Listener. También se animaron escribir de manera conjunta y así publicaron en 1931
El almirante flotante en la que participaron autores como G. K Chesterton, Agatha Christie, Dorothy L. Sayers, Anthony Berkeley o R. A. Konx.
La buena sintonía de los autores llevaría a que el 11 de marzo de 1932, nombraran a su primer presidente, G. K. Chesterton, el creador del padre Brown, y establecieran de manera solemne las Constituciones y Reglamento del Club de Detección.
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Imagen de una de las cenas del Detection Club |
NORMAS, JURAMENTO Y RITO
El acto fundacional incorporó a
28 escritores, la
crème de la crème de la novela de detectives inglesa de la llamada Edad de Oro. De entre ellos, los más recordados a día de hoy serían
G.K. Chesterton (primer presidente hasta 1936);
EC Bentley (presidente entre 1936-1949);
Dorothy L Sayers (presidenta entre 1949-1958);
Agatha Christie (presidenta entre 1958-1976);
R. Austin Freeman;
Anthony Berkeley;
AA Milne o la
Baronesa de Orczy.
Quizá echéis en falta a Sir Arthur Conan Doyle. No es que fuera por libre o se llevara mal con sus colegas. Todo lo contrario. Llegaron a ofrecerle incluso la presidencia, pero tuvo que rehusar por su avanzada edad y su comprometida salud.
No era un club cerrado y en su constitución se reguló la entrada de nuevos miembros. Se estableció que solo se podría entrar en el club por invitación de uno de los miembros fundadores y que, además, la candidatura debería estar avalada por otros dos miembros. Si el afortunado autor recibía el visto bueno sería convocado de manera solemne a un acto que se escenificaba como un rito iniciático.
Imaginaos. Un salón victoriano, iluminado solo por velas y un pasillo formado por los mejores escritores de novela policíaca vestidos con togas negras. Al fondo, la regia presencia del presidente ataviado con una capa escarlata espera al aspirante junto otros miembros que portan antorchas. Allí, el secretario del club sostiene un cojín rojo sobre el que descansa una calavera en cuyas cuencas orbitales refulgen luces rojas. Esta calavera se llama Eric, en honor de un escritor que parece que falleció durante la primera guerra mundial. El aspirante debe posar la mano sobre Eric y realizar un juramento. La fórmula exacta del mismo es un misterio, como escribió Dorothy L. Sayers en el prólogo de El almirante flotante: "Ni todas las torturas del universo podrían inducirme a revelar dato alguno referente al solemne ritual del Detection Club."
Pese a esa tajante afirmación, sí dejó en el mismo prólogo la esencia de ese juramento:
Tras el juramento, el presidente toma la palabra y advierte al aspirante de que si fallara a su deber solemne caería sobre él la siguiente maldición: “¡Que otros escritores anticipen tus tramas, que desconocidos te demanden por difamación, que tus páginas estén plagadas de erratas y tus ventas disminuyan continuamente!”.
Como para llevarle la contraria, ¿no?
Más allá del formalismo, del juramento podemos extraer cuáles son los objetivos del club. Además de reunirse para comer y pasárselo maravillosamente, claro.
LA FINALIDAD DEL CLUB
Su finalidad seria consistía, en palabras de Dorothy L. Sayers:
Mantener la novela policial en el más elevado nivel que su naturaleza intrínseca consienta y depurarla del funesto legado de sensacionalismo, cháchara y estilo corrompido que por desgracia la abrumó en los tiempos pasados.
A finales de la década de los veinte, se podía decir que la fórmula iniciada por
Edgar Allan Poe ya contaba con más de ochenta años de vida. En ese tiempo, se habían publicado miles de relatos y novelas que presentaban un crimen, un detective y un círculo cerrado de sospechosos. Historias en las que el escritor debía, además, jugar limpio y ofrecer las pistas del misterio al mismo tiempo que al detective, a fin de que, si era listo, pudiera resolver el enigma.
Por si eso fuera poco, la resolución debía ser lógica, razonable y posible.
Y por si eso no fuera suficiente, también debía resultar sorprendente.
Demasiadas normas y demasiados relatos y novelas habían provocado que los escritores empezaran a recurrir a trucos inverosímiles para no ser predecibles o recurrentes.
Con ello, la fórmula se pervirtió recurriendo a venenos desconocidos, tecnologías sofisticadas, algún toque sobrenatural y hasta misteriosos personajes venidos de Oriente. Esto ya fue denunciado en 1928 por el escritor norteamericano S. S. Van Dine, pseudónimo de Willard Huntington Wright, cuando publicó en el American Magazine las veinte leyes o normas no amnistiables (perdonad la broma) que debían regir la escritura de todo autor de novela policíaca. Van Dine no llegó a pertenecer al Detection Club, pero si Ronald Knox que un año después publicó el siguiente decálogo de reglas:
La degeneración de la formula no era el único problema. Todos tenemos en mente los escenarios y personajes de esta clase de historias. Mansiones victorianas habitadas por aristócratas con sus mayordomos y sirvientes, además de la floreciente burguesía que representaban empresarios y profesionales liberales y un detective intelectual y educado que resolvía el misterio. Pues bien, al otro lado del charco, en Estados Unidos, Hammett había sentado las bases del Hard Boiled con historias en la que los detectives eran tipos rudos que no dudaban en usar sus puños tanto o más que su intelecto y además rodeándolos con gente de tan poca clase como los matones, prostitutas, borrachos, obreros y demás ralea.
Por si esto no fuera bastante, había otra tendencia más aventurera y de acción nacida de personajes folletinescos como Arsène Lupin, Fantomas o el pérfido Fu Manchú a los que se añadirían los detectives juveniles como Los Hardy o Nancy Drew, de Edward Stratemeyer; o personajes como el detective chino Charlie Chan u otros con poderes sobrehumanos, o casi, al estilo de The Old Sleuth, Nick Carter, Dick Tracy o The Shadow que, además, contaban con artilugios sofisticados para luchar contra el crimen. Todos estos, por cierto, serían la base de cierto personaje que debutaría en el nº 27 de la serie Detective Comics en 1939. No creo que haga falta decir que me refiero a Batman.
Controlar y poner orden ante tanto desenfreno creativo para conservar la esencia de la novela detectivesca. Esa era la finalidad del club.
Algo como poner puertas al campo.
LAS CRISIS EN EL DETECTION CLUB
El acto fundacional dotó a las reuniones casuales de amigos de una estructura administrativa. Además de la presidencia, se estableció el pago de cuotas para la organización de eventos y por tanto se nombró a un tesorero, secretario y una sede oficial en la Gerrard Street.
Pero hasta un distinguido club de escritores británicos de novela policíaca es humano. Y como en cualquier otro grupo humano había de todo. Unos miembros hiperactivos que continuamente proponían reuniones, cenas, la creación y mantenimiento de una biblioteca o propuestas editoriales conjuntas que sirvieran para aumentar el patrimonio del club. Otros pasaban de todo: o no pagaban la cuota o ni siquiera asomaban por allí. Además de las típicas rencillas personales, claro.
En lo que más nos interesa, el tema interno más polémico fue literario. Por un lado, teníamos los escritores más ortodoxos, encabezados por Agatha Christie, muy posicionados en mantener la pureza de la fórmula de Poe en la que lo único importante era el rompecabezas misterioso, el juego lógico de pistas que llevaran al descubrimiento del culpable; por el otro, autores como Berkeley, quien afirmaba que los días del viejo enigma criminal, puro y simple, basado enteramente en la trama y sin ningún atractivo añadido de carácter, estilo o incluso humor, habían pasado. Según él, los lectores se decantaban por la emoción, el drama, la psicología o la aventura.
Esta discusión solía calentarse en los procesos de admisión de nuevos miembros.
Con todo, la mayor crisis se produjo en 1939. Ni el Detection Club pudo aislarse de la II Guerra Mundial, sobre todo tras el bombardeo de Londres. Lo que no perdieron fue su flema y su delicioso humor inglés.
Tras finalizar la guerra, la situación del club era comprometida. No solo por la dispersión de sus miembros tras siete años sin reunirse, sino porque sus arcas estaban vacías debido al impago de las cuotas. Quizá el club hubiera desaparecido de no ser por Anthony Gilbert o Dorothy L. Sayers. No puedo resistirme a compartir cómo esta autora comunicó a Gladys Mitchell su nombramiento como nueva tesorera del club.
Nos pareció que usted sería la más adecuada, la más digna de confianza y la mejor situada para aceptar el trabajo y, como no estaba allí para protestar, acordamos pedírselo. No creo que signifique mucho trabajo. Para empezar, no hay mucho dinero que pueda atesorar.
Tuvieron que abandonar su antigua sede por una habitación increíblemente sucia y con una pintoresca lámpara de gas en el medio, ideal para romperle el cuello a un miembro del club después de la cena.
Estas penurias económicas llevaron a la necesidad de incorporar a nuevos miembros y si eran de los que vendían mejor. Tanto para garantizarse el pago de sus cuotas como para rearmar su prestigio. Esto posibilitó que el abanico de autores se extendiera más allá de la novela detectivesca, aceptando que al menos escribieran sobre misterio, thriller o espías.
Para darnos cuenta de esa evolución, basta repasar la entrada tras la guerra de autores como Julian Symons en 1951; Eric Ambler en 1952; Josephine Bell en 1954; PD James en 1972; John Le Carré en 1974; Patricia Highsmith en 1975; Ruth Rendell en 1977; o Ian Rankin en 1998.
EL DETECTION CLUB A DÍA DE HOY
Sigue activo y cuenta con sesenta miembros, aunque sean autores poco conocidos. No porque se mantenga el anonimato, sino porque su fama empieza y acaba en el Reino Unido. El acceso al mismo sigue siendo por invitación y el rito se mantiene, también las reuniones gastronómicas. El juramento imagino que habrá cambiado un pelín.
Su actual presidente es un escritor que realmente me cae muy, pero que muy bien. Se llama
Martin Edwards y además cuenta con un blog de Blogger
¿Escribes bajo tu propio nombre? . A parte de ello, recibió en 2020 la CWA Diamond Dagger, el más alto honor en la escritura sobre crímenes en el Reino Unido. También es consejero de la línea
Crime Classics de la British Library, pronto os hablaré de ella, recuperando novelas de detectives del período clásico que sin su esfuerzo permanecerían olvidadas.
Sería deseable, eso sí, que pronto volvieran a activar la página web del Detection Club, que lleva años mostrando un estado de permanente construcción. También sería de agradecer que retomaran las publicaciones conjuntas que se unieran a Pregúntele a un policía (1933); La anatomía del asesinato (1937), una colección de artículos sobre crímenes reales; Doble muerte (1939), una colección de cuentos; No hay flores por encargo (1953), una novela corta de todos contra todos; Veredicto de Trece (1979) una colección de cuentos originales; El hombre que... (1992) una colección de cuentos originales publicados en honor al 80 cumpleaños de Julian Symons, y The Detection Collection (2006), una colección de historias originales publicadas para reconocer el 75 aniversario de The Detection Club.
Y esto es todo por hoy. El próximo domingo regresará cierto personaje que está ansioso por darnos su particular felicitación navideña.
Hasta entonces, recordad...
Sed muy felices y moderadamente malvados
Hola, David:
ResponderEliminarUna vez más, gracias por estos artículos: tan amenos como divulgativos. Acabo de agregar la web “Crime Reads” a mis favoritos.
No soy aficionado a la lectura de la novela “enigma”, género en el que valoro más su semiótica que su narrativa. Pero me parece fenomenal que quienes la escriben establezcan un canon o unas reglas sobre cómo abordar la realidad en la ficción (ya que ese reflejo de lo real suele ser la parte más quebradiza en una obra de ficción: creo en Superman, no en Clark Kent).
Un abrazo, David.
Gracias, Nino. Es un excelente blog y afortunadamente para los que no dominamos el inglés, el traductor de Google más o menos te hace entender el contenido. El ensayo sobre el Detection Club es realmente completo.
EliminarLa novela enigma es como esos caprichos que cada cierto tiempo apetecen y cada cierto empachan. Lo bueno es que siempre entretienen y sobre todo son una estupenda opción para reengancharte a la lectura.
También pienso que un canon de estilo es algo estupendo, aunque solo sea por quebrantarlo, ja, ja, ja... Y en efecto, también me alineo en que la verosimilitud o la realidad no son tan importantes en la ficción. Yo casi prefiero rozar lo inverosímil en una novela que no pasarme de realista. Un abrazo!
Todo un honor compartir plataforma con Martín Edwards lo que demuestra que hasta desde una chapuza como Blogger se puede llegar bastante alto o divulgar buenos contenidos jeje. Un gran descubrimiento el que nos ofreces hoy, David. La verdad es que los ingleses tienen ese aire ceremonial de darle importancia a las cosas y el club desde luego goza de una historia totalmente hipnótica al leerte. Este club daría para una buena peli y se me ocurren unos cuantos actores para darle ese aire de socarronería a la inglesa.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, Miguel. Si te has pasado no es que sea de Blogger, es que además usa una plantilla antediluviana, ja, ja, ja... Me hizo mucha gracia verlo y dentro de poco Martin Edwards volverá en otra entrada.
EliminarBueno, los ingleses para estas cosas son únicos y me provoca cierta envidia. En España nos tomamos la literatura demasiado en serio y, además, como algo individual. ¿Te imaginas algo parecido en nuestro país? La verdad es que es admirable el sentido lúdico de los autores ingleses.
De este club ya se ha hecho algún que otro cómic, así que perfectamente podría hacerse una película al estilo de aquella comedia tan divertida de Asesinato a los postres. En cuanto a actores casi bastaría con calcar los que aparecen en las últimas adaptaciones de Poirot en el cine, aunque no sé si Branagh aceptara chupar menos cámara, ja, ja, ja... Un abrazo!
Qué delicia! Como molaría formar un club con amigos escritores, ahí lo dejo... Ja, ja, ja. Una entrada en la que he aprendido un montón. Gracias, David. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Pedro. ¿Te imaginas? Reconozco que me da envidia el sentido lúdico de los ingleses y el orgullo que sienten por su literatura. En España no me imagino que los autores más vendidos decidieran fundar un grupo parecido. Aquí somos más aburridos y nos tomamos la literatura excesivamente en serio, por desgracia.
EliminarAnotada queda, no obstante, la idea de fundar un club con el que reunirnos unos cuantos. Eso sí, con un rito iniciático bien chulo. Un abrazo!
No supe nada del Detection Club ni del decálogo de Knox hasta que no me encontré ambas cosas leyendo Todos en mi familia han matado a alguien. El autor intenta seguir las normas del decálogo, pero no tengo muy claro
ResponderEliminarque lo consiga. Si te animaras a leer el libros, me gustaría saber tu opinión.
EliminarNo sé a dónde le di al comentario anterior, que voló y se publicó sin permiso.
Muy interesante el artículo que me amplía la información de ese club y ese decálogo que conocí recientemente.
Un beso.
Gracias, Rosa. Pues tuve ese libro en una mano y el que finalmente me compré en otra. A ver si estas navidades me hago con él o lo encuentro en la biblioteca. Existen varios decálogos, el de Van Dine, otro de Chandler, enfocado a la novela negra, y creo que Borges también elaboró uno. Un día me animo y los junto todos en un PDF.
EliminarLa verdad es que los ingleses son únicos en estas cosas, ya me gustaría que en España tuviéramos ese sentido lúdico. Un abrazo!
Qué entrada más interesante, David. Desconocía por completo la existecia de ese club de escritores, cuyo rito de iniciación parece más propio de una logia masónica, je, je. Aun así, esa alianza literaria fue una idea estupenda y prometedora. Y que todavía hoy día siga existiendo, aunque, como dices, con participantes de menor rango literario que los de principos del siglo XX, es algo muy encomiable. La unión hace la fuerza, y supongo que este fue uno de los propósitos de dicho club, en confrontación con la novela negra norteamericana.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, Josep. Jo, es que me imagino al autor cruzando ese pasillo de velas y togas negras hasta llegar a la calavera... Con los años uno aprecia el valor del rito, a veces puede parecer un mero formalismo, pero de alguna manera sirve para fijar un compromiso, como las bodas y demás. Es cierto que los escritores ingleses se toman la literatura de otra forma. Aquí en España me da que prima más el divismo y el postureo intelectual que el sentido lúdico. Es solo una apreciación personal, por supuesto. Un abrazo!
EliminarBueno, ya van dos comentarios que escribo y algo tecleo que me envia al inicio del blog, espero que este se quede.
ResponderEliminarDecía lo interesante de este artículo y que los ingleses son muy correcto y educados, además de entregados a su labor con una rigidez pasmosa. La muestra es que este club haya sobrevivido por tantos años, desde luego gracias al interés marcado de unos más que de otros.
Una muestra de compañerismo que da gusto aplaudir, la primera iniciativa al formar el club, la de ayudar a Agatha y luego la de trabajar en conjunto y apoyarse cumpliendo unas reglas que parecen justas.
David, si que te has lucido con todo lo que nos relatas, y los enlaces que nos compartes, serás inglés también...
Recibe un fuerte abrazo.
Gracias, Idalia. Ja, ja, ja... me siento muy cómodo siendo español, pero siento sana envidia de cómo los ingleses viven la literatura. Desgraciadamente, España nunca fue un país de lectores y me temo que pronto encontrar un lector será como buscar una aguja en un pajar. También envidio el orgullo que sienten por sus clásicos y su literatura, por no hablar del sentido lúdico con el que la afrontan.
EliminarPor lo demás, imagino que este club, como cualquier grupo humano, siempre tendrá sus cosillas y rencillas, unos que se entreguen y otros más pasotas, es ley de vida. Espero que no tengas más problemas para entrar o tomaré cartas en el asunto con blogger. Un abrazo!
Es que contigo uno se empapa de conocimientos. Por supuesto no conocía ese club de tanta solera y tan buen recurso para escribir novela policíaca. Un lujazo leerte. Mil gracias.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, Maripau. Bueno, cada uno tenemos nuestros conocimientos en función de nuestros intereses y aficiones. Lo que sí soy es muy curiosón. Un abrazo!
EliminarMadre mía, con tanta restricción no sé como no les cogió a cada uno de los miembros el síndrome de la hoja en blanco. Esas cosas solo pueden pasar en GB, porque en aquí se pelearían solo por tener elegir la ideología del grupo, porque sin eso no podría ni arrancar.
ResponderEliminarPor otro lado, menudo elenco de psicópatas escritoriles, aunque reconozco a a muchos no los había oído, pero esas reuniones deben ser dignas de monitorizarse rollo Gran Hermano, jajaja.
Me apunto a la idea de Pedro, pero solo si hay whisky, puro y buen rollo.
Un fuerte abrazo!
Gracias, Pepe. Bueno, también podríamos hacernos con alguna calavera, ja, ja, ja... En efecto, en España, hoy día, primero habría que definir cercanía política, luego un código ético y compromiso social... Postureo intelectualoide, en definitiva. La verdad es que daría gusto escuchar las conversaciones de Agatha explicando algún modus operandi para un crimen, o algún otro preguntando la mejor forma de matar en una piscina o que sé yo... Y más con esa elegancia e ironía que les caracterizaba. Un abrazo!
EliminarUn club genial. No lo conocía y me ha parecido maravilloso, lleno de ironía y ese aire british tan inconfundible (buenísima la maldición, por cierto). Un artículo estupendo, David, ameno y muy interesante. Todo un descubrimiento.
ResponderEliminarGracias, Marta. Me alegra que hayas disfrutado la entrada. ¿Te imaginas poder estar en una de sus reuniones? La maldición me parece también deliciosa, no se puede expresar mejor los mayores temores a los que se enfrenta un autor, de novela policíaca en este caso. Un abrazo!
EliminarGracias por adentrarnos tan nutridamente a este episodio de la literatura negra británica y universal. Un club fantástico, pero no sé si cenaría tranquilo siendo miembro de uno así. Casi preferiría llevarme la comida y la bebida de casa, aunque quede poco exquisito. Es curioso que se haga patente la necesidad de socios con poderío que tiren del carro. Creo que pasa en todo tipo de asociación cultural. Por cierto, lo del "chino" de Knox me ha dejado rayado, con lo multicultural que es el mundo desde el siglo XIX y lo oportuno que es tener un malvado extranjero para autoengañarse como pueblo y sentirse como personas por encima de la maldad humana. Vamos, en Rabishpool hay y habrá "chino". Inglaterra lo necesita. Abrazo y enhorabuena. Gran trabajo de divulgación.
ResponderEliminarGracias, Fernando. Seguro que tu Harry Maesnow lo pasaría de cine en esas cenas, ja, ja, ja... El vil metal es necesario para todo, las cenas, el local de reuniones, la secretaria, el tesorero... Al final cualquier asociación necesita de fondos para mantenerse.
EliminarLo de los chinos tengo que profundizarlo. El elemento oriental se devino como una moda exótica, sobre todo en los villanos, como Fu Manchú y a la estela de este personaje salieron personajes muy estrambóticos y peculiares. Lo curioso es que en el otro lado del atlántico, Hammett también dedicó algún decálogo en el que mantenía que los chinos siempre vaciaban el cargador cuando disparaban. Sí, puede ser un tema curioso el descubrir las causas sociales que llevaron lo chino a la novela policíaca. Un abrazo!!
Sí, es llamativo. En Gran Bretaña pesaba el temor por la venganza por las Guerras del Opio y en Estados Unidos pesaba el miedo a las bandas Tong que residían en el underground de San Francisco, que luego eclosionó en la Segunda Guerra Mundial con el choque japonés. Pero en fin, quien dice "chino" o "japo", dice un thug indio, un fanático de Kali, un malayo atigrado, un apache sanguinario, un anarquista ilegalista, un masón destripador, un científico loco, un loco con estudios, un Dr. Mabuse y Mr. Hitler, un espectro con gato, las abuelitas pandilleras de los Monty Python, los mismos miembros del Detection Club... Hace años vi un documental sobre la construcción del tópico del peligro amarillo, no recuerdo el título, pero creo que fue en "La Noche Temática" de TVE. María Bayón de la UZ publicó en 2015 una breve ponencia, "Dragon Lady y el peligro amarillo", relacionada con el cine de Hollywood. ¡Ni hao!
EliminarGracias, Fernando. Jo, me encanta cuando echo la caña y se coge al vuelo, ja, ja, ja... Te agradezco muchísimo este comentario que enriquece el asunto de los chinos. Es un lujo contar con tipos con tantísima cultura a sus espaldas como tú. China siempre ha sido algo extraño para el mundo occidental, en realidad Asia. Precisamente, leí la semana pasada Epitafio para un espía, de Eric Ambler y en un pasaje comparaba la manera de practicar el arte de la guerra de franceses o ingleses y los hindúes. Un abrazo y de nuevo gracias por enriquecer la entrada.
Eliminar¡Hola, David! Un articuló fantástico, desconocía por completo este club de escritores que con sus normas y maldiciones podrían escribir y protagonizar su propia novela de detectives.
ResponderEliminarUn gusto leerte.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Lebasi. De hecho, hay por ahí un cómic protagonizado por los autores. Juntos escribieron varias obras en las que se iban turnando en los capítulos o relatos. Un abrazo!
Eliminarque bueno lo de las normas, aunque algunas me parecen hasta difíciles de entender. Pero se entiende que si las cosas empezaban a desgarrar, pusieran un poco de control; o almenas lo pretendieron. Lo que no entiendo es cual era su funcion: ¿clasificarán lo que se publicaba como puro o impuro? o ponían algún sello?
ResponderEliminarA mi también me ha parecido un poco "masonico" todo. Y no tengo muy claro si se tomaban a si mismos demasiado en serio.
Aunque el aire lúdico se trasluce.
Aquí, si se hiciera, nos lo tomaríamos muy seriamente; seguro. Y desde luego no sería sobre novela policíaca, debería ser sobre algo más serio, no sobre cosas poco serias , como el policial o cualquier otra cosa que se pueda calificar de "genero".
Sería cómico.
No veo mucho lo de hacer tramas en conjunto, pero eso va a gustos.
Abrazoo
Gracias, Gabiliante. Lo que intentaban reflejar con esas normas es lo que llamaban el Fair Play, el juego limpio con el lector. Consistía en que el lector y detective vieran las pistas simultáneamente para así darle la oportunidad al lector de resolver el misterio por pura lógica y observación. Evitar, por ejemplo, que el asesinato se debiera a un veneno cuyos efectos se manifiestan a los veinte años. O que resultara que el asesino tenía un hermano gemelo desconocido... cosas así de estrambóticas.
EliminarEn realidad, lo bueno de ellos es que no se tomaban nada en serio y por eso se les ocurrió este club. Las citas que he recogido muestran su ironía, como nombrar tesorera a Gladys Mitchell por la sencilla razón de que no estaba allí para protestar.
En España, con lo que nos gusta el pavoneo intelectual, no quiero imaginar el tostón que montarían. Algo así como Escritores y escritoras comprometidos con el medio ambiente; o escritores y escritoras amantes de perros y gatos como símbolo de la nueva realidad social... No sé, cosas evidentemente muy serias y cuyas cenas, ni qué decir, serían sostenibles y sin tabaco ni alcohol.
Más que tramas conjuntas, hacían, parafraseando a James Bond, novelas mezcladas, pero no agitadas. El almirante flotante, la primera, partía de una situación inicial y cada autor desarrollaba de manera independiente la trama, llegando a finales distintos. Al final, un autor cerraba con una parte que pretendía dar coherencia al resto. Un experimento curioso.
Un abrazo!
Hola David, no conocía la existencia de esa "banda de criminales de la pluma", da, también, un poco de miedo por los temas que trataban, a mí por lo menos..., pero es una manera diferente de escribir o de ver la literatura, no sé.
ResponderEliminarUn artículo muy bueno como siempre, investigas muchísimo para ellos, un gran trabajo que realizas. Te felicito.
Un abrazo. :)
Gracias, Merche. Nada de miedo, a los ingleses les encanta la pompa y boato en sus celebraciones y reuniones sociales. Las conversaciones debían resultar deliciosas, aunque quizá truculentas en lo que respecta a la planificación de sus crímenes de ficción. Un abrazo!
EliminarComo dijo Poe... La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia...
ResponderEliminarY aunque a veces tachen de locura a los escritores, el club que mencionas y que no conocía de eruditos de la ficción da un poco de respeto , incluso miedo.
Como siempre una maravilla leer tus artículos informativos. Un abrazo
Gracias, Nuria. Bueno, tampoco tanto miedo. Yo creo que da más miedo un mitin o una reunión de políticos, ja, ja, ja... Te agradezco tus palabras. Un abrazo!
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