LAS NUEVAS MÁQUINAS DE LA VERDAD | Buscando la mentira en la voz, los ojos... y el cerebro

Soy de los que piensa que la sinceridad está muy sobrevalorada. ¿Os imagináis un mundo en el que no existiera la mentira? Los que hayáis respondido con un “ojalá” es que no lo habéis pensado bien. Como vimos en la anterior entrada , en el s. XX fue el polígrafo, el detector de mentiras más popular, aunque su eficacia para tal fin sea más que cuestionable y eso llevó al invento a ser calificado como pseudociencia. Pero eso no significa que los científicos hayan cejado en su empeño en pos de la verdad. LAS NUEVAS MÁQUINAS DE LA VERDAD

LOS ASESINOS DE CORAZONES SOLITARIOS | Una bella historia de amor

    
Este mes me he puesto tierno. Y es que un tipo como yo también tiene su corazoncito y no es impermeable a este aluvión de amor que nos trae San Valentín.

    Así que en esta ocasión voy a dar rienda suelta al romántico que llevo dentro para contarles una preciosa historia de amor de la que incluso se hizo una película.

    Soy el señor López y esta es la sección True Crime del blog Balas y Estrellas.


Los asesinos de Corazones Solitarios | Una bella historia de amor

Martha Beck era una mujer gorda y fea… Perdón, una persona curvy con una estética diferente a la normatividad convencional. En ambos casos, una desgraciada en el amor. Así que, como último recurso, envió una carta a Corazones Solitarios, la sección de contactos de un periódico.
    A su llamado de amor respondió un tal Raymond Martínez. Por las fotos, a mí me parece un panoli escuchimizado, pero esto de los gustos es como los culos, cada uno tiene el suyo, y a ella le pareció un príncipe azul. Bueno, a ella y a un montón de mujeres más, dado que además de príncipe azul era un gigoló que se forraba a costa de dar amor. Sin embargo, al conocerla, su corazón encontró su media naranja.
    Y, colorín, colorado, esta historia de amor…

    Por supuesto, no se ha acabado.

MARTHA BECK, LA MUJER QUE NECESITABA AMOR

Martha no solo era desgraciada en el amor. Su infancia y adolescencia no fueron un camino de rosas y tampoco ayudó que además fuera una niña tímida y acomplejada.
    Cuando se junta todo eso, lo normal es que algún idiota en el colegio te ponga la diana en la espalda. Esto lo sé porque yo también fui un niño gordo, feo, tímido y acomplejado. En mi caso, supe encontrar la manera de hacer frente a los idiotas y hoy son los clientes estrella de la Ortopedia de mi barrio.
    Ella, sin embargo, se resignó al acoso. Para completar el cuadro, desarrolló su feminidad —no digan que cuando me pongo elegante soy único— demasiado pronto, con lo que además de los idiotas escolares tuvo que soportar a los idiotas más maduros y ávidos de carne fresca. Incluido su hermano que, al parecer, intentó violarla.
    De sus padres solo se conoce que el padre abandonó la familia cuando Martha contaba con diez años y su madre jamás la perdonaría por acusar a su hermano.
    Su madurez no le traería mejores experiencias.
   Estudió enfermería y se marchó a California donde trabajó en un Hospital militar. Allí conoció a un tipo cuyas atenciones duraron lo que tardó en dejarla embarazada. Años después conoció a otro, un conductor de autobús con el que mantuvo matrimonio durante seis meses y del que nacería su segundo hijo.
    Tras la separación, Martha al menos perdió el complejo por su aspecto físico. Lo hizo a base de polvos. Y es que es sabido que el sexo no te quita las penas, pero te las alivia. Es como el dinero: no te hace feliz, pero entretiene la tristeza.
    Al menos por un tiempo.
    En 1947, Martha pareció hartarse de las relaciones de una noche y se propuso encontrar a alguien con el que compartir sus dos hijos y el sueño americano de una familia feliz viviendo en una bonita casa con jardín, así que probó enviar una carta a uno de los clubes de citas que se anunciaban en los periódicos: El club de los corazones solitarios.
    

Su carta recibió respuesta unas semanas después.
    Un tipo de origen español llamado Raymond Martínez.
    Su príncipe azul.

RAYMOND MARTÍNEZ, EL HOMBRE QUE TENÍA AMOR PARA DAR Y REGALAR

Desde luego que la vida de este tipo es digna de una película. Qué digo una, al menos dos y de géneros muy diferentes.
   La primera sería algo así como la historia de superación de un niño cuyos padres, granadinos, emigraron a Hawai en la primera década del s. XX con una mano delante y la otra detrás, para regresar ya en los treinta a su Órgiva natal.
    Raymond, o Ramón como se llamaba entonces, ingresaría primero en la Marina Mercante española y de ahí nada menos que a la Inteligencia británica durante la II Guerra Mundial. En esta época se casó, tuvo cuatro hijos y parece documentado que era un tío muy majo y responsable padre de familia.
    Al terminar la guerra, quiso probar fortuna, otra vez, en los Estados Unidos y se embarcó dejando a su familia en España.
    Dicen que quien se va, nunca vuelve.
    En este caso esa frase se cumplió al pie de la letra.
   Durante el viaje en barco, Ramón tuvo un accidente curioso: una compuerta de acero se le cayó encima y le rompió el cráneo. Logró superar la lesión, pero según parece, el traumatismo provocó una alteración de la personalidad, sobre todo en el aspecto sexual.
    Y aquí comenzaría la segunda película, esta vez de género negro.
  El tipo comenzó a sentir el deseo de tirarse a cuanta mujer se cruzara por su camino. Y parece que ese deseo siempre encontraba una buena correspondencia. También se convenció de que trabajar era una pérdida de tiempo, además de la forma menos rentable de ganar dinero. Así que comenzó a robar. No debió ser demasiado bueno, puesto que lo pillaron pronto y se pasó el año siguiente enterito en la cárcel. Allí, además de picha brava y ladrón, se convertiría en brujo.
    Lo han leído bien: brujo.
   Resulta que conoció un convicto que lo inició en las artes oscuras del vudú y la magia negra. Al punto de convencerse de que tenía poderes sobrenaturales e hipnóticos.
   El tipo fue listo e ideó que la manera más práctica de probar su magia era intentándolo con el juez penitenciario. Tuvo éxito y este le redujo la pena.
   Y es así como, en 1947, Raymond se instaló en Nueva York. Era ladrón, sexualmente insaciable y, además, un brujo capaz de someter la voluntad de cualquiera a su antojo. Un currículo ideal para la profesión de gigoló.
    Se fijó en los clubs de corazones solitarios, donde cazar mujeres desesperadas por encontrar un príncipe azul era como recoger caramelos en una cabalgata de los Reyes Magos.
    Raymond respondía las cartas con un estilo romántico y hermoso, además de servirse de sus conocimientos mágicos e incluso de polvos mágicos que esparcía en el papel. También les pedía que le enviaran mechones de pelo, con los que luego se serviría para asegurarse el amarre esotérico-amoroso.
    Las mujeres, solteras o viudas, caían rendidas ante él. Y este, tras atenderlas convenientemente, les robaba el dinero o las joyas que tuvieran.
     Y fue así que contactó con Martha. Un nombre y una mujer como cualquier otra.
  Al menos eso pensaba nuestro Raymond cuando puso rumbo a Florida para conocerla.


UNA BELLA HISTORIA DE AMOR

Desde luego, por parte de Raymond, no hubo un flechazo a primera vista. Recuerden que Martha era fea y gorda. Pero es que, además, no tenía un duro. Así que en cuanto pudo puso los pies en polvorosa.
    Pero el bueno de Raymond subestimó sus poderes mágicos.
   Martha había quedado totalmente prendada por él. Se enamoró hasta las trancas y no iba a dejar que su príncipe azul escapara tan fácilmente. Así que, tras bombardearlo con cartas de amor que no eran respondidas, al menos no como ella quería, decidió cortar por lo sano.
    Bueno, todo lo sano que puede ser el suicidio.
   En una última carta, le dijo a Raymond que, sin él a su lado, la vida no tenía sentido y que si no podían estar juntos metería la cabeza en el horno.
    Ante tal carta, parece que algo se despertó en el corazón de Raymond y la invitó a pasar con él unos días en Nueva York.
    Martha cambió su billete hacia el cielo, por uno de avión o de tren, esto no he podido confirmarlo. El caso es que pasaron juntos una semana de pasión y Raymond se enamoró de ella. Pero había dos problemas para continuar la relación.
    El primero era sencillo de resolver: los dos hijos de Martha. 
    La mujer que había encontrado al amor de su vida no tuvo problemas en hacer lo que cualquier madre en su situación hubiera hecho: enviarlos a la congregación religiosa llamada Ejército de Salvación.
    El segundo era un problema más peliagudo: la profesión de Raymond. No tuvo más remedio que confesarle que se dedicaba a conquistar solteras y viudas para sacarles pasta.
    Martha, como buena y comprensiva amante que era, no opuso reparos a la carrera profesional de su marido, aunque sí una condición: que jamás se enamorara de sus víctimas.

LOS ASESINOS DE CORAZONES SOLITARIOS

Tengo una habilidad con las mujeres, un poder sobre ellas.
Raymond Martínez, durante el juicio
Seguro que se alguno de ustedes se habrá preguntado cómo alguien como Martha podría llevar que su amado hiciera mimitos con otras, aunque fuera por dinero.
    No lo pudo llevar.
  Los celos la carcomían y no paraba de llamar a su marido a la oficina para recordarle su promesa y hacerle ver cuánto sufría mientras él trabajaba. Parece que Raymond llegó a agobiarse tanto con la situación y las quejas de Martha que no tuvo más remedio que aceptar su propuesta: ella lo acompañaría en sus viajes.
  Así, cuando Raymond contactaba con la ingenua que hubiera caído en su magia, le pedía que su pobre, gorda y fea hermana pasara unos días con ellos.
  Ni qué decir que la ingenua de turno aceptaba sin dudarlo. Es más, que su amorcito fuera un hermano tan atento incluso les hacía quererlo más.

Myrtle Young, la viuda ardiente

Myrtle Young era una anciana que vivía en Greene Forrest, Arkansas. Viuda y con cierta solvencia económica. El 14 de agosto de 1948 iba a ser uno de los días más felices de su vida. Se iba a casar con ese atractivo joven, para ella, y le esperaba por delante una ansiada noche de bodas y la consiguiente luna de miel. No le hacía demasiada gracia cargar con su cuñada, pero cómo se iba a negar.
    Al llegar la noche, la buena mujer se puso picarona y esperó a su flamante marido en la cama, ataviada con un picardía. Al parecer, hasta ese momento, Raymond había podido evitar lo inevitable alegando sus convicciones religiosas que le impedían fornicar antes del matrimonio. Esa excusa ya no le valía esa noche, así que echó mano del clásico cansancio y jaqueca.
    Mas la anciana no parecía dispuesta a esperar más.
  De mientras, en la habitación contigua, Martha se retorcía de celos escuchando las guarradas con las que la anciana intentaba poner a tono a Raymond. No tardó en intervenir.
    Que en su noche de bodas, irrumpiera su cuñada en el lecho nupcial para pedirle que dejara en paz a su hermano no debió ser lo que la buena de Myrtle esperaba. Se puso de los nervios y ambas se enzarzaron en una discusión de campeonato que terminó cuando la anciana se tomó unos tranquilizantes. Martha, recuerden que era enfermera, aprovechó la ocasión para suministrarle más pastillas de la cuenta.
    Myrtle se quedó tan KO que ni siquiera despertó por la mañana. Así que nuestra parejita la vistió y la llevó al autobús con el que iban a iniciar su viaje de la luna de miel. La dejaron en el asiento y se largaron con los cuatro mil dólares en efectivo que la anciana había sacado de la cuenta.
  En el trayecto, Myrtle, sola y dormida, tuvo una hemorragia cerebral a consecuencia de la sobredosis de tranquilizantes y falleció.
    Una muerte plácida.
    Algo que no podría decir la siguiente víctima.

Janet Fay, la viuda devota

Janet Fay era una viuda que vivía de Albany, Nueva York. Contaba con sesenta y seis años y al parecer era muy creyente. Tras cartearse varias veces con Raymond, quedaron en celebrar juntos la nochevieja de 1948.
    En la mañana de ese 31 de diciembre, Raymond y Martha llamaron a la puerta de Janet. Estaban apurados porque habían perdido la cartera y no llevaban dinero encima para un hotel. Janet les dijo que no se preocuparan, que podían quedarse en su casa.
    Esa misma noche, Raymond le pidió matrimonio y Janet aceptó.
   Decidieron que la boda se celebraría en Long Island y allá fueron los tres para comenzar el nuevo año. Por supuesto, todos los costes corrían a cargo de Janet. Se instalaron en un piso de alquiler y, el día anterior a la boda, la novia extendió un cheque por tres mil quinientos dólares a favor de Raymond para que él se encargara de los pagos de la luna de miel.
    Todo iba según el plan.
    O al menos eso parecía.
    Durante esa noche, la viuda empezó a pensar o, quién sabe, los poderes mágicos de Raymond comenzaron a perder su magia. El caso es que Janet se preguntó si la cosa no iba demasiado rápida.
    Esas dudas no la dejaban dormir, así que tuvo la mala idea de exteriorizarlas a quien iba a ser su cuñada, con la que compartía cama en ese momento. Ya hemos visto que Martha no era precisamente un buen hombro donde apoyarse. La conversación subió de tono y alcanzó su clímax cuando la viuda le dijo que una vez estuvieran casados ella debería marcharse.
   Martha se levantó de la cama, salió de la habitación y regresó con un martillo con el que golpeó a Janet hasta matarla.
   Raymond, que estaba durmiendo tan tranquilo, se despertó con el estruendo de gritos y al ver la escena sangrienta casi se cae de culo. Parece que era de esos asesinos remilgados a los que le pone nervioso la sangre.
    Por el contrario, Martha procedió con una profesionalidad intachable. Limpió la sangre, envolvió el cuerpo y con ayuda de Raymond lo metió en un baúl que dejarían días más tarde en el sótano de una casa de alquiler.
    A Myrtle la asesinaron atiborrándola a pastillas; a Janet, de un modo un poco más cruento.
    Su tercera víctima habría calificado de dulces ambas muertes comparadas con lo que le harían a ella.


Delphine Downing, la bella viuda

Si Martha tenía problemas con las mujeres digamos maduritas, imagínense lo que debió sentir cuando en febrero de 1949 conoció a la nueva conquista de su amado, una guapa rubia de cuarenta y un años llamada Delphine Downing.
    Por supuesto, Raymond negó que esta vez fuera distinta a las demás, pero ello no evitó los temores de Martha por que esa guapa rubia pudiera robar el corazón de su amado. Sus sospechas se confirmaron cuando Delphine le confesó que estaba embarazada.
    Martha, como buena cuñada, intentó convencerla para que abortara, pero eso no estaba en las creencias de Delphine. Así que le dio uno de esos cócteles de pastillas que solo una enfermera como ella sabía preparar. En esta ocasión, parece que la dosis se quedó corta y la rubia no se moría.
    Raymond no tuvo otra opción que acabar el trabajo y pegarle un tiro a la cabeza para demostrar a Martha que ella seguía siendo el amor de su vida.
   Dada mi advertencia anterior, quizá, este asesinato no les haya parecido tan atroz como les prometí. ¿Qué diferencia hay entre un martillazo o un tiro en la cabeza? Tal vez, terminen dándome la razón si en este punto añado un pequeño detalle: Delphine tenía una hija, Rainelle, de dos años.
    Y esa pequeña también estaba en casa.
   Parece ser que Raymond no tenía el valor de hacer lo que había que hacer, así que de la niña se encargó Martha.
    Ahogándola en una pica de agua.
   Enterraron ambos cuerpos y siguieron viviendo en la casa durante un tiempo. Un error fatal. Los vecinos comenzaron a sospechar de ellos y de que Delphine y su hija no se vieran por la calle. Alertaron a la policía y esta se presentó una noche.
    Justo cuando Martha y Raymond regresaban de una agradable cena y una velada de cine.

LO QUE DIOS HA UNIDO... LO SEPARÓ LA SILLA ELÉCTRICA

El juicio duró cuarenta y cuatro días y, ni qué decir, los medios les dedicaron el conveniente espacio en sus informativos, bautizando a la pareja como los asesinos de Corazones Solitarios. El fiscal los acusaría de hasta once asesinatos, pero solo se pudieron demostrar los tres que les he relatado.
   Sus abogados alegaron la habitual locura para evitar la pena de muerte. Cuando eso falló, Raymond, para el gozo de Martha, intentó asumir toda la responsabilidad de los asesinatos.
    Pero nada evitó que ambos fueran condenados a la silla eléctrica.
  Al menos, mientras esperaban en el corredor de la muerte, les permitieron retomar su amorosa relación epistolar.
    El 8 de marzo de 1951, ambos serían ejecutados en la prisión de Sing Sing. Las últimas palabras de Martha Beck fueron:
Mi historia es una historia de amor. Pero sólo aquellos torturados por el amor pueden saber lo que quiero decir [...] El encarcelamiento solo ha fortalecido mis sentimientos por Raymond.
Martha Beck, asesina en serie
    No me negarán que es un final de un romanticismo casi poético.
Y con esto me despido de ustedes hasta la siguiente entrega de esta sección, deseándoles que el próximo San Valentín vivan una historia tan romántica como esta.
    Hasta entonces…

Sed muy felices y moderadamente malvados

sobre mi

DAVID RUBIO

Aunque no sea lo mismo que compartir una buena charla acompañada de un café bien negro, te propongo quedar en otros espacios virtuales donde también suelo perpetrar publicaciones. Clica sobre los siguientes iconos o envíame un mail a balasyestrellas@gmail.com.

Comentarios

  1. Madre mía, señor López, ¿de dónde saca usted información de tanto crimen y tanto criminal? No tenía ni idea tampoco de estos dos. Menuda historia. es increíble ver lo que es capaz de hacer la gente por las causas más diversas. Seguro que eran legalmente responsables de sus actos y que distinguían el bien del mal, y está claro que merecían pudrirse en la cárcel (lo de la pena de muerta no me gusta en exceso), pero que estaban locos... lo estaban.
    Por cierto ¿se ha informado usted de si lo de «una persona curvy con una estética diferente a la normatividad convencional» es algo admitido dentro de las normas imperantes en la tontería de corrección hipócrita que nos invade?
    Un beso.

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    1. Agradecido quedo por su visita y comentario, señora Berros. Empezando por el final, parece ser que curvy es la manera aceptable, así en inglés, lo de la normatividad convencional es algo escuchado por los próceres de nuestra nación, tan cuidados en su lenguaje, como descuidados en la gestión. No sé si entiendo ese concepto, aunque tampoco crea que me interesa demasiado.
      Si le soy sincero, mi mayor problema no es encontrar a esta clase de personas, si no seleccionar. Le aseguro que es un dolor de cabeza decantarme entre la casi eterna ristra de de especímenes. Le mando un afectuoso abrazo.

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  2. Cómo está el patio, señor López. Si es que hay mucha gente falta de cariño en este mundo. Ay, ay. Y ociosa, falta de emociones intensas, en las que implican a los demás sin contarles de la misa la mitad. Al final, como siempre, pagan sentimentales por folladores.

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    1. Un gusto leer su comentario, señor Figueroa. Se folla como se ama y se ama como se folla, no sé si tiene algún sentido la frase. También se vive como se mata y se mata como se vive. Ya ve, hoy me he puesto en plan elegante. Le mando un cálido abrazo.

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  3. Estoy pensando que eso de buscar pareja en esos sitios es riesgoso, pero aun asi es mejor que ir al bar....

    Dicha pareja era imparable, porque se ve que una vez que probaron sangre ya les quedo gustando.

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    1. Agradecido por su visita, señor Casagrande. Soy de la vieja escuela, así que como decía la canción, no hay nada como el calor del amor en un bar. Le mando un abrazo.

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  4. Scorsese y su afición a los metrajes interminables je, je. Pues tengo deberes porque no he visto la adaptación al cine de la historia de esos dos angelitos.

    Sr. López nos presenta una historia ideal para la semana de los enamorados que también puede servir como advertencia je, je. Yo apuesto por cenas y regalos que se salgan de la normatividad convencional y leer o contar esta historia en una noche romanticona puede dejar helada o ardiendo a la pareja. Morbo es morbo, e independientemente del trastorno que tuvieran Martha y Raymond, se ve que llevaron su vida al límite. Incluso la silla eléctrica les pudo poner a cien ;)

    Saludos y suerte en San Valentín para vos y para la gente en general.

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    1. Encantado de su visita, señor Pina. Pues fíjese que este su servidor tuvo conocimiento de esta pareja gracias a esa película que no hace demasiado vi en una plataforma de cine. Me causó un gran impacto la interpretación de los actores, en realidad toda la película. Dados sus conocimientos en la materia, le estaré agradecido de conocer su experta opinión si en alguna ocasión se acerca a ella.
      Le mando un fuerte abrazo.

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  5. Un texto encantador. Martha y sus complejos, citas en tiempos sin internet, superacion personal y lujuria, Todo en dosis suficientes. Un precioso post. Gracias por traernos esos personajes.

    Un fuerte abrazo, David.

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    1. Gracias, señora Albada Dos. Me alegra que haya sabido apreciar la belleza de esta historia. Le mando un cálido abrazo.

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  6. Desde luego, señor López, sus relatos son realmente espeluznantes, sacando a la luz las miserias y maldad humanas. En esa pareja de asesinos, se juntó el hambre y las ganas de comer. Y tuvieron una forma muy peculiar de demostrar su amor por el otro.
    Aparte de su apasionado enamoramiento, que calificaría de patológico, que la llevó hasta los brazos del desaprensivo Raymond, Martha, por muy gorda y fea que fuese, no puede negarse que, tras superar las burlas que tuvo que soportar de sus compañeros de escuela, tuvo una vida sexual muy activa, demostrando con ello que hay gustos para todo y que el sexo está por encima del físico cuando al hombre se le pone por delante una mujer ávida por practicarlo.
    Raymond y Martha tuvieron un final trágico, desde luego, pero acorde con el de sus víctimas.
    Muchas gracias, una vez más, por compartir con todos nosotros sus conocimientos y de hacerlo con un estilo tan elaborado.
    Un saludo y hasta la próxima crónica, que espero ya con ansia.

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    1. Muy agradecido por su comentario y valoración, señor Panadés. La cama es el mejor lugar para quitarse los complejos. Como dice el refrán siempre hay un roto para un descosido. Esta pareja encontró su media naranja en el otro, y al fin y al cabo, eso es el amor. Se complementaban el uno al otro y tuvieron un final no más trágico que otras grandes historias románticas. Le mando un cálido abrazo.

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  7. De un romanticismo casi poético ese final, efectivamente. ¡Menuda historia, señor López! He empezado a leer pensando que sería la tal Martha la que iba a salir malparada pero, ¡madre mía qué personaje! Tiene usted un don para contar este tipo de historias. Me ha tenido pegada a la pantalla devorándola. Muy apropiada para la semana de San Valentín, jeje.

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    1. Le agradezco su buen gusto, señora Navarro. Ciertamente, esa Martha bien podría pertenecer a ese grupo que nuestros políticos engordan bajo el adjetivo de vulnerables. Algo que por cierto no acabo de entender, todo ser humano es vulnerable o invencible muchas veces en una vida, pero parece que eso los entretiene. A los políticos digo. Los seres reales se buscan las habichuelas como pueden, como hizo Martha. Le mando un afectuoso abrazo.

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  8. Tendría que llevarme las manos a la cabeza, pero es que me ha hecho reír varias veces a lo largo del relato. Pero no lo que se cuenta, que es tristísimo, sino como usted lo cuenta. ¡Desde luego que es elegante en ocasiones! Espléndido humor, me ha encantado seguir todo lo narrado. ¡Ay, el amor! ja,ja..
    Un cordial estrechón de manos :)

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    1. Gracias, señora Volarela, sobre todo por esas risas con las que me ha honrado. El humor es necesario y en si es negro mucho más. Al menos es el que yo más valoro, quizá porque sea el humor que esté en peligro de extinción dada esta sociedad de flojos y sensibles. Le mando un apretón cordial y cálido de manos de vuelta.

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  9. Madre mía, señor López, para que luego no se diga que el amor mueve montañas, se juntaron el hambre y las ganas de comer. No quiero saber de dónde se saca la documentación, sus ficheros pueden hacer que las más oscuras y tenebrosas pesadillas parezcan cuentos de Navidad. Porque vaya par, la imagen de ella acabando con la vida de la niña de la última victima se me ha quedado grabada, hay que tener estómago de hierro, o por lo menos, en vez de mariposas, buitres rondando por el estómago. Aunque en este caso, la vida que llevó la pobre, si se puede catalogar como tal, ayudó a que esos buitres quisieran saciarse a la mínima y aferrarse al amor al precio que fuera. Si incluso la carta final parece sacada de un cuento de hadas con final feliz, jajaj.
    Un placer volver a leerle, señor López, un fuerte abrazo tanto para usted como para David, y que viva el amor, pese a lo que sea capaz de orquestar.

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    1. Agradecido por su visita y comentario, señor Pepe. He comentado más arriba que la dificultad mayor no es encontrar documentación y perfiles, sino seleccionarlos. Afortunadamente, la historia criminal es abundante y copiosa como para que no tenga problemas con eso que se llama la hoja en blanco.
      Si, la última víctima de esta pareja pareció traspasar cualquier límite. Las palabras finales de Martha también demuestran que el amor no es solo algo propio de la buena gente. Le mando un afectuoso abrazo de vuelta.

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  10. Hola David, sí, un final hasta poético y todo que se marcó la curvy... Cuando empecé a leerte, pensé que iba él a ser el asesino, bueno, su asesino, el de la curvy, no pensaba que ella iba a hacer todo lo que hizo hasta incluso la pobre niña... Madre mía, hay gente para todo y nunca mejor dicho. Historias de amor de este tipo no las quiero ver ni en el cine...
    Gracias por contarlo, muy curioso.
    Un abrazo. :)

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    1. Agradecido quedo por su visita y comentario, señora Merche. Esta pareja no cuenta con el glamour de otras como Bonnie and Clyde, pero en efecto tiene su punto. No obstante, los casos de parejas asesinas no son en absoluto algo excepcional, así que no será este el único caso que traiga a la sección. Le mando un cordial abrazo.

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  11. Hola, señor López. Curiosa la historia que nos ha traído hoy. Buscaré la película para seguir documentándome. Aunque le aseguro que no disfrutaré tanto como con su afilada pluma. Un afectuoso abrazo.

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    1. Gracias, señor Merchán. Justamente conocí esta historia por la película que he mencionado y se la recomiendo sin duda. Por supuesto, no encontrará en ella mi afilada pluma, pero la disfrutará de igual forma. Otro afectuoso abrazo de vuelta.

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  12. ¡Hola, señor López!

    Una historia espeluznante y contada con esa naturalidad y sarcasmo que ya nos tiene acostumbrados.

    Dicen que cada cual tiene su otra mitad, y vaya que estos dos eran uno solo, ja, ja. Como bien dicen, juntos son dinamita...
    Me quedan las dudas de qué pasaría con los cuatro hijos de Raymond y los dos de Martha, anduvieron llenos de odio por ahí también matando gente...

    Un regalo de San Valentín muy acorde con su personalidad señor López. Espero que lo haya disfrutado mucho recordando crímenes del pasado.
    Le hago una reverencia a su persona y trataré de no darle de qué hablar de mi. ¡Salud!

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    1. Agradecidísimo por contar de nuevo con sus sabias palabras, señora Payano. No tengo constancia de que los hijos de la pareja tuvieran algún talento especial en el campo del crimen. De hecho, es raro encontrar casos, más allá del crimen organizado, de dinastías de asesinos. Al contrario, la descendencia de los asesinos suele ser bastante mansa y pusilánime. No obstante, indagaré en este submundo por si encontrara alguna relación paternofilial digna de ser contada.
      Le mando un afectuoso abrazo.

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  13. ¡Vaya historia! ¡Tremenda! No hay que subestimar nunca el amor enfermizo, ése es capaz de todo como claramente se ve en esta parejita. ¡Qué mala suerte de las víctimas! Creo que es una historia que puede aterrar al más valiente porque los protagonistas son aparentemente gente normal, el pecado de las víctimas es creerles. Muy duro, creo que no dormiré hoy. Saludos Sr. López...

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    1. Le agradezco su comentario, señora Piera. La apariencia de normalidad suele ser la mayor baza de los asesinos seriales. Todavía está muy asentado aquello de que la cara es el espejo del alma y pensamos que los monstruos se pueden reconocer nada más verlos. Algo que no es así.
      Espero que haya pasado una buena noche, recuerde cerrar con llave y atrancar las ventanas convenientemente. Nunca se sabe quién puede estar frente a nosotros al despertarnos. Le mando un cálido abrazo.

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  14. Pues no me extrañ nada que se hiciera una película, porque la historia tiene tela.
    Y ya no solo la de la pareja; la del granaino, me la creo porque me la cuenta usted, pero si fuera ficcion, sería completamente inverosímil. De España s hawai, de hawai a la marina mercante, de la marina mercante a la inteligencia militar británica, de ahí a Usa cin un accidente de un golpe en la cabeza que desató furia romantcosexual ( esto es tremendo) , aprender vudú y crees que tenía poderes sobre la voluntad de las mujeres; todo increíble, y eso antes de conocer a Martha.
    Brillante exposición y buenísima la comparativa de la cabalgata de los reyes Magos.
    Buscaré la peli.
    Abrazooo

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    1. Gracias, señor Gabiliante. Me alegra que haya sabido apreciar esa comparativa tan precisa como ilustrativa de lo que he querido exponer. Veo que sabe valorar un buen texto como se merece.
      La historia de esta pareja sin duda es un buen ejemplo para aquellos lectores tan acomodados a lo que consideran verosímil en una novela de ficción. Este caso, si no fuera real, bien recibiría críticas de ser poco realista. Como se puede comprobar, el mundo, la realidad y las personas son mucho más complejas que las cortas miras de muchos. Le mando un abrazo y espero que disfrute de la película. Le advierto, eso sí, que el final de la misma es distinto a la realidad del caso que he contado.

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  15. Genial crónica, señor López, de dos psicópatas que utilizan el amor para excusar sus desmanes. Me ha encantado esta manera suya de celebrar San Valentín, un contrapunto excelente a tanta ñoñada como se oye en estas fechas (acompañada, para más inri, con anuncios de perfume en TV).
    A pesar de lo truculento de la historia no he podido evitar reírme en más de una ocasión según le leía. Tiene usted un talento especial para contar estos sucesos.
    Quedo a la espera de más.
    Un cordial saludo.

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    1. Gracias, señora Celada. Me congratulo de compartir con usted esa percepción de que la ficción de hoy es cada vez más ñoña y simplona. A este paso no habrá diferencia entre una novela policíaca y un episodio de La casa de la pradera. Como he mencionado arriba, al pan pan y al vino vino, todo lo demás es, además de artificioso, condescendiente. En mi caso no veo nada malo en los gordos, por tanto no tengo problema en llamarlo por su nombre, por el contrario los educados y sostenibles se ofenden, porque en realidad consideran ser gordo como un defecto y, por tanto, como un insulto. ¿Ven la diferencia? Le mando un afectuoso abrazo.

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  16. Una pareja enamorada pero letal. Lástima de ancianitas. Los distintas escenarios que describes y la composición de las historias no te dejan indiferente, desde luego. Ha sido una lectura muy entretenida... y estremecedora.
    Te invito a pasar por mi blog y comentar alguno de mis relatos.
    Muchas gracias de antemano.

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    1. Gracias, señor Marcos. Agradecido por sus palabras para este artículo dedicado a una de las muchas parejas asesinas que han existido. Le paso nota la administrador de este blog sobre su recomendación. Le mando un saludo.

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  17. Vaya señor López, que forma más curiosa tiene usted de celebrar el San Valentín. Estoy seguro que su novia, o mujer, o amante, le regalaría una tarta de vísceras o una entrada para el pasaje del terror. Si es que es usted un romántico de esos que ya no quedan. Desde luego nos ha traído una historia de amor excepcional, tanto que el pobre de Raymon terminó cambiando su apocada profesión de ladrón rompecorazones por la de asesino, todo por no disgustar a su esposa. La tal Martha parecía una mosquita muerta pero ya ve... En fin señor López, feliz San Valentín a toro pasado. Espero que su pareja, o parejas que de todo puede haber en estos tiempos del poliamor, se encuentren bien, a pesar de todo.

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    1. Gracias, señor Valín. Fíjese si soy romántico que me sobra corazón para dar y regalar a cuanta preciosidad se me ponga a tiro. No llego al nivel de nuestro Raymond, pero se hace lo que se puede para enamorarme perdidamente unas cinco veces al día. De momento no tengo queja de ninguna, si bien es cierto que tampoco suelo preguntar, no vaya a ser que me respondan. Le mando un afectuoso abrazo de vuelta.

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