LAS NUEVAS MÁQUINAS DE LA VERDAD | Buscando la mentira en la voz, los ojos... y el cerebro

Soy de los que piensa que la sinceridad está muy sobrevalorada. ¿Os imagináis un mundo en el que no existiera la mentira? Los que hayáis respondido con un “ojalá” es que no lo habéis pensado bien. Como vimos en la anterior entrada , en el s. XX fue el polígrafo, el detector de mentiras más popular, aunque su eficacia para tal fin sea más que cuestionable y eso llevó al invento a ser calificado como pseudociencia. Pero eso no significa que los científicos hayan cejado en su empeño en pos de la verdad. LAS NUEVAS MÁQUINAS DE LA VERDAD

POR CULPA DE LA COLA DEL SUPERMERCADO



El impacto perturbador de un crimen quizá nos haga verlo como el último eslabón de una cadena de hechos extraordinarios.
     No es así.
   La mayoría de las veces es el trágico final de una sucesión de casualidades que pueden iniciarse con algo tan ordinario como una simple cola en un supermercado.
    O, tal vez, solo sea en apariencia.

POR CULPA DE LA COLA DEL SUPERMERCADO

Si, ese día, la cola del supermercado hubiera contado con el número habitual de compradores, habríamos regresado a casa a la hora de siempre. Yo, quejándome de lo mucho que habíamos gastado; y ella, replicando que no era ni más ni menos que lo que necesitábamos. Luego, la habría dejado guardando la compra, mientras yo bajaba al bar de la esquina a echar unas risas con los amigos.

    Si hubiéramos tenido hijos, tal vez me habría quedado bañándolos.

    Pero no los tuvimos y, además, ese día llegamos más tarde a casa y por eso nos encontramos con nuestros vecinos, que venían de recoger su flamante coche de alta gama. En el vestíbulo, nos dieron una amplia información sobre las prestaciones del vehículo, las ventajas del renting y de la ilusión que les había hecho a sus dos hijos que sus papás los recogieran del fútbol y la música con el nuevo coche.

    Tras la interminable conversación ya sabía lo que me tocaba cuando entráramos en nuestro piso. Mi mujer no se hizo esperar: que quizá podríamos cambiarnos el nuestro, que quizá podríamos intentarlo de nuevo en esa clínica de fertilidad, que nuestra relación estaba estancada, que yo iba a lo mío y no pensaba en ella.

   Comprenderán que esa es la clase de conversación que uno no puede interrumpir con la excusa de ir al bar, bajo pena de un mes de malas caras y celibato forzoso. Así que soporté el chaparrón diciéndole a todo que sí y, cuando escampó, fui a ducharme mientras ella se entretenía con el bendito WhatsApp.

    El agua caliente me relaja, pero no tanto como las masajistas del Estrella de Oriente, que es donde habría acudido después de haberme tomado una copa y echado unas risas en el bar. De haber sido así, habría estado relajado y hubiera encajado mejor los reproches, quejas y lamentos de mi mujer cuando, durante la cena, le dijera que ese día me habían echado del trabajo. Luego, me habría tumbado en el sofá para ver alguna película mientras ella se iba a la cama con el móvil para dar cuenta a sus amigas, hermanas y madre de lo inútil que era el hombre con el que se había casado.

    Eso habría pasado si hubiera habido la cola habitual en el supermercado y no nos hubiéramos encontrado a nuestros vecinos, sus hijos y su coche de alta gama, pero la cosa fue como les he contado. Así que, tras la ducha caliente, cenamos. Y durante la cena le conté que me habían despedido del trabajo. Soporté su numerito hasta que se me hincharon las narices, algo que no tardó puesto que, como he dicho, no recibí masaje alguno que calmara mis nervios. Dejé el plato a medias y, en lugar de tumbarme en el sofá, me puse el abrigo y cogí las llaves de mi viejo coche para darme una vuelta.

    Conducir me relaja, no tanto como las masajistas orientales, pero más que la ducha caliente. Bajé al parquin y metí la llave en el contacto.

    Si el motor hubiera arrancado, todo habría sido distinto.

    Pero no lo hizo.

    Y no pude darme una vuelta con el coche.

  Tensé los músculos y golpeé el volante. Luego dirigí los puños a mi cabeza. También rogué a Dios, pero no atendió mis suplicas. Si lo hubiera hecho, no me habría fijado en el reluciente coche de alta gama que ese día había estrenado mi vecino.

    Bajé del mío y abrí el maletero. Allí guardo una bolsa de herramientas —me gusta ser previsor— y de ella saqué una contundente y acerada llave inglesa.

    Primero le rompí el faro derecho; luego, el izquierdo. Me resultó placentero y, como no escuché ninguna reacción al ruido de los golpes, continué con los retrovisores. Luego me habría ocupado del capó y de alguna de las puertas. Con eso habría sido suficiente para desahogarme, regresar a casa y disculparme con mi mujer.

    Pero entonces escuché la puerta del ascensor y unos pasos, así que me oculté tras un coche de una plaza cercana.

    No puedo reproducir el improperio que lanzó mi vecino al ver su coche, pero créanme si les digo que me pareció música celestial. Logró levantarme el ánimo, más incluso que si hubiera recibido las atenciones de una chinita nueva, en el caso de haber ido al Estrella de Oriente. Me reconfortó de tal manera que hasta pensé que podría convencer a mi esposa para un polvo reconciliador cuando regresara a casa. Y eso habría pasado si mi vecino hubiera sido un tipo normal.

    Pero no lo era y, en lugar de marcharse, se quedó allí y llamó a la policía para denunciar que un vándalo había destrozado su coche.

    Me resultó exagerado, tanto lo de vándalo como lo de destrozar su coche, cuando solo tenía rotos los faros y los retrovisores. Esperé y esperé a que se marchara de una puta vez, hasta que me di cuenta de que el muy cabrón no se iba a mover de allí hasta que llegara la policía.

    Y que esta no se fijaría solo en su coche.

    Sabía que un delito de daños, que era a lo que me condenarían, se solventa con una noche en el calabozo y una multa, pero lo peor de estas situaciones es la vergüenza y el señalamiento del vecindario. Así que no tuve más remedio que salir de mi refugio.

   Mi vecino se sobresaltó. Quizá, un par de segundos le hubieran bastado para envalentonarse, pero no se los concedí.

    Regresé a casa. No lavé la llave inglesa, sabía que eso no bastaría para borrar los rastros de sangre y, además, estos se extenderían al fregadero. Así que la escondí y me acosté en la cama, junto a mi esposa que se hacía la dormida.

   La abracé y la besé. Le dije que por la mañana veríamos las cosas de otra manera, que lo único importante era estar juntos, que todavía éramos jóvenes para cambiar y conseguir la felicidad que nos merecíamos.

    Les juro que lo dije de corazón.

   Y eso me habría propuesto de no ser porque en la última junta de propietarios, mientras yo estaba echando unas risas en el bar, se aprobó la instalación de cámaras de seguridad en el parquin.

  ©David Rubio

Sed muy felices y moderadamente malvados

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DAVID RUBIO

Aunque no sea lo mismo que compartir una buena charla acompañada de un café bien negro, te propongo quedar en otros espacios virtuales donde también suelo perpetrar publicaciones. Clica sobre los siguientes iconos o envíame un mail a balasyestrellas@gmail.com.

Comentarios

  1. Hola, David.
    Hay gente que está realmente amargada, que detesta con todas sus fuerzas su propia existencia, pero no hace nada por modificarla, es más, culpabiliza a otros de su buena suerte no siendo conscientes de que estos en muchos casos se habrán esforzado o simplemente aceptan las consecuencias que les toca vivir. El personaje que has creado, ay, qué decirte me ha provocado un rechazo directo. Supongo que últimamente veo a muchos de estos sueltos por ahí, y ufff, qué grima, ja, ja, ja.
    Estupendo relato, el que la hace la paga, ;) Vaya que sí.
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Irene. Ja, ja, ja... Si el tipo da grima. Últimamente me interesa mucho abordar este tipo de personajes e intentar, al menos, comprender las raíces del mal. En este caso, pienso que se juntó la frustración con la codicia. Como dijo Hannibal Lecter "deseamos lo que vemos". Y en esta ocasión el tipo encontró la bonanza de sus vecinos en el día menos indicado. Un abrazo!

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  2. Ja, ja. Pobre hombre, si es que todo se le puso en contra. Hay veces en que todo colabora para que un pobre inocente cometa un asesinato brutal sin culpa alguna.
    Bueno, no sería necesario, pero voy a decir que lo anterior está dicho con ironía, no vaya a ser que alguien salga por ahí diciendo que no tengo ética ni moral ni vergüenza.
    Por lo demás, buenísimo tu relato. Tiene un ritmo magnífico y avanza atrapando al lector en cada línea. Enhorabuena.
    Un beso.

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    1. Gracias, Rosa. Ja, ja, ja... Aunque es triste, parece que hoy día hay que explicarlo todo en las redes, incluso la ironía, vamos para atrás como los cangrejos en este sentido. Y a saber lo que alguno pueda entender con ello, je, je, je... Bueno, ya sabes que aquí, al menos, no hace falta explicar la ironía y siempre se agradece el humor negro. Un abrazo!

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  3. Siento cierta pena por el tipo. Qué caro ha pagado unir su vida con la mujer incorrecta.

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    1. Gracias, Cabrónidas. Bueno, no sabría decirte. Quizá ninguno de los dos encontró la pareja adecuada y tampoco tuvieron el valor de afrontar la consecuencia obvia. Saludos!

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  4. Bueno... Es sensacional... Menudo tipo... No había entrado tan directamente antes en la mente de un asesino sin escrúpulos como aquí: en las pelis esto no se ve, ni se intuye siquiera. Y tampoco había leído con tanta precisión y detalle cómo se encadenan los acontecimientos para que alguien llegue a cometer un crimen.
    Está fantástico. Hace gracia la desfachatez del menda, echándole la culpa siempre a las circunstancias. Lo has bordado: el tiempo narrativo enlazando todos esos pequeños sucesos determinantes me ha encantado. También el final redondo.., las masajistas, las frases: "Les juro que lo dije de corazón" (¡!), "Rogué a Dios, pero no atendió mis súplicas"...
    De premio.
    Un abrazo! :)

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    1. Gracias, Maite. ¿Conoces a alguien que cuente su versión de los hechos echándose por entero la culpa de algo? Las justificaciones, excusas, las medias verdades forman parte del manual de cualquiera que sea consciente de haber hecho algo malo. Solo hace falta escuchar a cualquier político... esto, delincuente, quería decir, je, je, je..
      Como he comentado antes, siento debilidad por estos personajes. Los villanos últimamente me inspiran más que las víctimas y por ello suelo usar su punto de vista para intentar comprender qué se esconde detrás de un asesinato.
      En los documentales de True Crime te das cuenta de que, a veces, la comisión de un asesinato se produce por un cúmulo de casualidades en el momento más inoportuno. Estremece que algo tan horrendo dependa solo de ello. A veces, un simple dejar pasar un segundo lo habría evitado. Un abrazo!!

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  5. Si es que hoy en día no se puede matar ni en secreto jajajaja....bueno ni matar, ni nada de nada porque tendremos cámaras hasta en el retrete. La casualidad o el azar es un tema que me fascina y que está implicado en miles de sucesos que ocurren a diario o que no ocurren. El relato genial: me encantan estos personajes corruptos por dentro, políticamente incorrectos y muy literarios. Llegará un momento que las juntas de propietarios comiencen a ser grabadas por los mismos si es que ese fenómeno no lo ha hecho ya. Por cierto, un nuevo castigo a añadir en el código penal podría ser el tener que asistir a 5 juntas al día durante 30 años consecutivos. Solo para criminales muy muy criminales :)
    Un fuerte abrazo, David!

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    1. Gracias, Miguel. Es que hoy día, uno ya no puede delinquir a gusto, je, je, je... Soy de los que piensa que el Azar, pese a que nos resulte inquietante, es el verdadero director de nuestra vida. También pienso que tras esos sucesos azarosos, como el de este relato, nuestra reacción a ellos si está en línea de lo que vamos cocinando. Así, el azar es simplemente la mecha que enciende una bomba de relojería que va creciendo en el delincuente. Si el tipo del relato no arrastrara esa frustración, seguramente los sucesos azarosos del relato no hubieran terminado así.
      Un abrazo!

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  6. Hola, David:
    Aquí vuelvo, con el comentario corregido (menuda vergüenza al releer mis faltas de ortografía)
    Cada vez creo más imperioso que acabemos con los “supers”, tanto los “mercados” como los “humanos”: si los primeros han acabado con las tiendas de ultramarinos, los segundos están acabando con nuestra inocencia, tal y como nos había prescrito el Dr. Wertham.
    ¿Y qué decir del nefasto efecto de las juntas de comunidad, de la convivencia con vecinos presuntuosos o de la escondedera a tanta cámara que nos espía? Pues nada, que ya lo has escrito tú todo y muy bien.
    Me voy al bar antes de que la parienta me pida que vaya con ella a hacer la compra semanal al super.
    Ahora y siempre: ¡Zander!

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    1. Gracias, Nino. No te apures, que no se puedan editar los comentarios una vez lanzados es un incordio. Además, comentar, al menos en mi caso, es como responder de un modo oral y ahí te aseguro que a mí también se me saltan erratas. Estas en casa, así que ningún problemo.
      Uff, el ínclito Dr. Wertham, el apóstol de los censores. Para quienes no conozcan a este personaje, fue el "experto e iluminado" psicólogo que casi arruinó la industria del cómic al considerar que su contenido era contrario a la moral, las buenas costumbres, convirtiéndose en un medio que pervertía las inocentes mentes de los niños.
      El argumento de este idiota era que todos los niños delincuentes leían cómics, olvidándose de que en aquella época TODOS los niños leían cómics. Vamos, algo así como decir hoy que los teléfonos móviles convierten a personas normales en asesinos, obviando que hoy todo dios tiene móvil. Bueno, yo no, pero ese es otro tema, je, je, je
      Los vecinos, los compañeros de trabajo, los familiares o los amigos son seguramente las víctimas de riesgo de cualquier homicida. Como comenté más arriba, ya lo dijo el doctor Hannibal Lecter, codiciamos lo que vemos, envidiamos a los que tenemos más cerca y ambos ingredientes suelen aparecer en cualquier asesinato.
      Un abrazo y ¡Zander!

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  7. Hola David. Es curioso el papel que juega el azar en nuestras vidas, tal vez no para llegar a cometer un asesinato (¿o quizás si?) pero si en multitud de cosas que nos van marcando el camino. Incluso analizando la historia de la humanidad, te das cuenta que hay pequeños sucesos que pudieron cambiar por completo la historia tal y como la conocemos. En el relato los pequeños sucesos se van enlazando de forma magistral hasta desembocar en ese final tan trágico. Aunque dada la personalidad que has trazado del asesino, un hombre de pocos escrúpulos, impetuoso e impulsivo y poco previsor, quizás era cuestión de tiempo. Muy sabiamente manejada la tensión narrativa haciéndonos querer saber como terminarían por discurrir los acontecimientos, en un principio pensé que la víctima sería la esposa. Y ese final abrupto, en el punto álgido del relato en que el climax ha alcanzado su punto máximo, estupendo. Un final acorde a la despreocupación e indolencia que demuestra el personaje. Por cierto, se agradece la incorrección política que se respira en este blog, un soplo de aire fresco en esta sociedad de mogigatos que se nos está quedando. Un abrazo.

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    1. Gracias, Jorge. El azar es el principal motor de la vida, aunque nos resulte más cómodo pensar lo contrario. Aunque, también es verdad, ese azar, por sí solo, no lo explica todo. En el caso del personaje del relato, si su vida fuera la que deseaba el hecho de tardar más de la cuenta en el Súper y encontrarse con los vecinos no hubiera tenido mayor consecuencia. Pero el tipo tenía una bomba de relojería en su interior y el azar simplemente se encargó de acelerar la cuenta atrás.
      Si algo define la novela negra, la de verdad, es que sea incorrecta, que se atreva a contar o mostrar lo que no ocultan los informativos, los políticos o esas corrientes ideologotizadas que campan por las redes con sus cuatro dogmas autoimpuestos. Así que, ojalá, logre mantener esa incorrección e incluso me atreva a aumentarla, ja, ja, ja... Un abrazo!

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  8. ¡Hola. David!
    Un regusto leer este relato, cada escenario se visualiza tal cual y se va sintiendo esa angustia intolerante del personaje central, y esa necesidad de tratar de manejarla sin poder hacerlo. El protagonista me ha parecido muy humano, tan común como el que más, y podrías usarlo con acontecimientos anteriores a este para hacer un perfil psicológico de la personalidad, como cuando estamos al borde de un ataque de nervios, ja, ja.
    Aunque pienso que el azar juega sus fichas a veces, creo que mas que todo este viene a ser creado por el cúmulo de cosas por trabajar internamente (lo que nos puede llevar a explotar de mala manera como en el relato), o sea, el cómo vemos los sucesos y las actitudes de los demás sin que nos afecten tan directamente, o al menos si nos afectan así, darle salida y no ir guardando tanto resentimiento en nuestro interior. La mente se descoloca y luego no hay forma de controlarla. Cuando lo que sentimos necesita salir a respirar lo hace por la menor brecha que encuentre, lo lamentable es que casi siempre esa brecha es altamente peligrosa, y genera violencia y daños irreparables.
    Pero me ha encantado ver como le sacaste tanto jugo a una cola del supermercado, aquí ya han matado por problemas de parqueo en los edificios de apartamentos, y desde luego que esa fue la gota que rebosó la copa en esos individuos que asesinaron por algo tan insignificante, pero como bien dejas ver, los motivos que subyacen en el interior se van creciendo y un dia ya no caben más.
    Tambien pense que la que pagaría los huevos rotos sería la esposa y mira por donde salió la cosa, genial e inesperado final David. Un fuerte abrazo.

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    1. Gracias, Idalia. Como no puede ser de otra forma comparto lo que dices. El azar no es previsible, pero sí como reaccionamos ante él. El tipo del relato era un cúmulo de frustración y envidia, que son los ingredientes básicos de cualquier atrocidad. Eso lo convertía en una bomba y el azar simplemente se limitó a encender la mecha.
      Últimamente me interesan estos personajes oscuros, pero también humanos. La primera reacción que cualquiera tenemos al conocer a un asesino es la de demonizarlo, quitarle todo rastro de humanidad, juzgarlo y condenarlo. Por supuesto, un crimen no es justificable, pero sí es bueno ir más allá y ver las causas, mediatas e inmediatas, que han llevado a cometerlo. Es entonces que nos damos cuenta de que en la mente de ese asesino aparecen ideas, emociones y pensamientos que seguro hemos sentido todos en alguna ocasión. Por eso es importante ver al criminal como un humano, para que comprendamos que nadie está libre de llegar a serlo si se dan las mismas circunstancias.
      Solo así podremos prevenirlo en el futuro y que el crimen solo exista en el terreno de la ficción.
      Un fuerte abrazo!!

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  9. ¡Ay! Una secuencia de casualidades que se encadenan en el peor momento. Un relato genial, David. Me encanta el tono y la voz del personaje, como trata de justificarse y como con ello muestra su impotencia y la frustración latente que lo lleva a explotar. El ritmo va subiendo problema tras problema y todo confabula hasta llegar a ese final que fácilmente podría no haber ocurrido, pero...

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    1. Gracias, Marta. Reconozco que encuentro más inspiración en los villanos que en los héroes, ja, ja, ja... No sé, creo que son más humanos y por tanto erráticos, contradictorios y débiles, algo que me resulta muy apetecible para escribir. Un abrazo!

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  10. ¡Qué manera tan trepidante de narrar incluso llendo de atrás hacia delante! me ha gustado muchísimo tu relato y el desenlace ¡ brutal! jajaja pobrecillo, lástima que una cola de supermercado pueda desencadenar semejante desastre final, ahora bien.. siento mucho decirte que tu protagonista presenta claros síntomas de psicopatía.. si no hubiera sido la cola del supermercado hubiera sido otro el detonante sin ninguna duda y conste que pensé que a la que iba a cargarse era a su esposa jajaja muchísimo mejor tu desenlace ; ) Un placer leerte, lástima que sea tan de cuando en vez, me he acercado desde el blog de NINO, un abrazo!

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    1. Gracias, María. Pues diste en el clavo, en efecto, el tipo era una bomba y el azar simplemente encendió la mecha. Fue ese día, pero seguramente, si la vida de frustración y envidia del personaje no cambiara podría ser cualquier otro.
      Te agradezco tu visita y, por supuesto, también soy Ninofan. Un abrazo!!

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  11. Jobar, qué bueno, David. Me has mantenido en vilo todo el relato, sabía que aquello no podía acabar bien, pero el final con lo de las cámaras ha sido de traca.
    El ritmo es estupendo, sabes cómo enganchar al lector (en mi caso, además, logras que acelere para leer más rápido por el ansia de conocer qué va a pasar).
    Pero, para mí, lo más destacable es lo bien que has mostrado la manera de pensar y actuar de un psicópata perfilando estupendamente al personaje. Y cuando digo "mostrar" lo hago con una reverencia, porque eso es dificilísimo. Es muy fácil decir "Fulanito era un tipo violento, o perturbado"; lo complicado es mostrarlo con sus pensamientos, su forma de actuar, y ahí lo has bordado, David. Esa manera de excusarse para justificar por qué hace lo que hace el protagonista, es un rasgo común en todos los psicópatas y tú nos lo has mostrado.
    Enhorabuena. Un relato de diez.
    Un abrazo, maestro.

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    1. Gracias, Paloma. Esa es una de las ventajas de narrar en primera persona. Nadie se dice a sí mismo que soy violento, hipócrita, descarado o envidioso, eso tienes que mostrarlo a través de cómo se expresa el personaje. Y, reconozco, que cada vez me inspiran más los personajes villanos. Quizá es porque, a poco que escarbas en su mente, te das cuenta que detrás de cualquier crimen hay unas emociones y pensamientos muy humanos, tanto que muchos los hemos sentido. Frustración o envidia, por ejemplo.
      No creo que el personaje sea un psicópata, sino un pobre desgraciado que en un momento dado explotó e intenta justificarse. Algo, por cierto, muy común. Nadie quiere ser el malo de la película, o al menos, el único malo de la misma. Un abrazo!!

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  12. Muy buen relato, con ritmo in crescendo y final sorprendente. Enhorabuena. Me gusta el cine negro y la novela del mismo color así que pasaré más veces por aquí.
    Saludos!

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    1. Gracias, Ethan. El blog está abierto 24 horas al día, los siete días de la semana, así que puedes pasarte cuanto quieras. Gracias por tu valoración. Saludos!

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  13. A veces parece mentira cómo un hecho intrascendente puede conducir a una cadena de infortunios y cómo puedem estos acabar de una forma tan inesperada como trágica. Y es sorprendente que haya tipos que se toman las cosas a la tremenda y reaccionan impulsivamente sin sentir el mínimo arrepentimiento. De hecho, creo que muchos individuos llevan escondido en su más íntimo interior a un asesino potencial, que para activarlo solo es preciso tocar una tecla que haga aflorar sus más que inconfesables arrebatos.
    El relato engancha, desde luego, pues el lector espera a ver cómo se desarrollará la historia y cómo se llegará al final, que ya se presiente impactante, je, je.
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Josep. Nunca subestimemos los hechos intrascendentes, sobre todo si le suceden a tipos que guardan una bomba a punto de estallar en su cabeza. Pienso que ese asesino potencial no es que se encuentre en algunos, sino que está en cualquiera de nosotros. Si se dan las circunstancias adecuadas, nadie está libre de una reacción emocional, impulsiva o violenta aunque nos parezca que no.
      Afortunadamente, en la mayoría de casos existen anclas y escudos con los que evitarlas, pero ¿y si eso desaparece también? Un abrazo!!

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  14. Si es lo que digo yo, hay que ir a las reuniones de vecinos, que luego se votan cosas que no te convienen por un solo voto o no te enteras de que te han plantado una derrama, una obra o cambiado las llaves del portal. Algunos podemos asumirlo, pero otros... A otros les puede suponer un grave trastorno. Más si están ya trastornados de la chaveta.
    Un cortorrelato muy agradable, que me ha recordado los episodios de la serie de "Alfred Hitchcock presenta" con ese giro final. Solo faltaba que hubiera sido julio con 45º a la sombra y con luna llena. Un abrazo.

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    1. Gracias, Fernando. Y mira que hay cosas menos apetecibles en este mundo que una junta vecinal, ja, ja, ja... Me alegra que te haya gustado y que te haya recordado a una de mis series favoritas. Soy muy fan de ese formato de episodios de media hora autoconclusivos y con su punto de suspense, misterio, terror o fantasía. Tanto como me aburren las series de hoy día. Un abrazo!!

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  15. Magistral el relato y la situación planteada! Ahora mismo creo que muchos de nosotros nos alegramos de no ser vecinos tuyos! Je, je! Si accidentalmente alguno de tus vecinos acaba leyendo este relato, no te mirarán de la misma manera! Estoy convencida, sería muy inquietante! Un abrazote David!

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    1. Gracias, Marifelita. Bueno, mientras no se compren un coche nuevo... ja, ja, ja. Un abrazo!

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  16. 👏👏👏👏Buenísimo final👏👏 Cuánto se echan de menos los buenos finales shora que tiene más mérito otras virtudes, más formales y más dudosas.
    Me recordó vagamente " un día de furia".,; cuando las circunstancias se alían y transcurren tan definitivamente en el tiempo, que el camino esta tan claramente trazado y los desvíos tan difuminados , que la voluntad propia se convierte en una ilusión ( de ilusionista), un espejismo.
    Alaska lo hubiera titulado " terror en el supermercado"
    Abrazooo

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    1. Gracias, Gabiliante. Pues no vas desencaminado con ese recuerdo. Esa película me encantó e inspiró este relato, al menos la tenía en mente y, sobre todo, el llamado síndrome de Amok, que es el que sufren personas normales que un buen día se levantan con el pie cambiado y la lían muy parda. En realidad, pienso que siempre hay algo detrás. Hay muchas personas que van acumulando frustración convirtiéndose en bombas de relojería a la que cualquier nimiedad puede hacerlas detonar.
      No es mal título el que propones, ja, ja, ja... De hecho, el relato lo escribí sin título, y casi diría que puse el primero que se me ocurrió. Un abrazo!!

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  17. A partir de hoy, cuando vaya al supermercado y tenga que hacer cola, no voy a protestar...
    Qué ritmo narrativo más estupendo, desde el inicio hasta ese final apoteósico. Me ha encantado las diferentes microhistorias enlazadas con las posibilidades del "y si.."
    En definitiva, está visto que tanta seguridad va en contra de nuestras libertades, jajaja.

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    1. Gracias, Mayte. Sin duda, es que ya no te dejan ni delinquir tranquilo, ja, ja, ja... Un abrazo!

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  18. Hola, David! Las pequeñas cosas que parecen insignificantes, pero que van sumando, acumulándose, una tras otra, y al final, pues, revientan de la manera menos imaginable. Qué gran relato, escrito en condicional, un todo que ya presagia que nada es lo que parece y por muchos giros que hayan siempre queda el definitivo, el que te da en los morros, más al prota que a nadie, u la desgracia está servia, jejeje. Menudo marrón le has metido al pobre, la parte del párking la he vivido como si guera el mío propio, ahora lo haré con más cuidado cada vez que tenga que sacar el coche.
    Un fuerte y moderadamente malvado abrazo

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    1. Gracias, Pepe. Es que el crimen no es solo el crimen, sino todos los capítulos que llevan al criminal a cometerlo. En este caso: la frustración. O la suma de frustraciones que llevan a la envidia y esta a la ira... y, como diría Yoda, al lado oscuro. Pienso que la mayoría de crímenes reales tienen in crescendos parecidos, minihistorias que van inflando el globo hasta que explota. Un abrazo!

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