Una anciana tras bañar a su gato —no sé cómo lo consiguió— no tuvo otra idea que meterlo en el microondas para secarlo. A los pocos segundos, la mujer observó horrorizada cómo explotaba el pobre minino dentro del habitáculo. Rota de dolor, acudió a unos abogados y estos presentaron una demanda millonaria al fabricante del aparato porque en su manual de instrucciones no se advertía que el microondas no podía usarse para secar a las mascotas. Es muy posible que muchos hayáis escuchado esta y otras historias parecidas sobre las muchas demandas, digamos peculiares, que se presentan en los Estados Unidos. Casi diría que se han convertido en un subgénero dentro de las leyendas urbanas, pero en este caso, sí conocemos su origen.
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